Invalidaciones de pruebas por errores técnicos, preguntas de examen incorrectas o sin respuesta posible, extrañas bolas con formas diferentes a las demás, preparadores que también son miembros de los tribunales… En definitiva: sospechas, sospechas y más sospechas en las Oposiciones que, a nivel nacional, se están celebrando este año.
«Esto solo pasa aquí», «este es un país de pillos», «quien tiene padrino se bautiza» son expresiones muy nuestras que vendrían como anillo al dedo si no fuera porque no se trata de ninguna broma sino, más bien, de aceptar lo inadmisible que, en este caso, es que se está jugando con el tiempo, el esfuerzo, la ilusión y la dedicación de muchísima gente que ha apostado fuerte por presentarse a estas durísimas pruebas y que, en todos los sentidos, debería estar protegida ante las irregularidades, en muchos casos inexplicables.
Alguien debería hacer algo para cortar de raíz cualquier atisbo de duda… Una pena que, hasta el momento, tengan que ser los mismos aspirantes los que denuncien los dislates, como si no tuvieran ya bastante con «lo suyo».
Y menos mal que son muchos y hacen ruido…
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