ESCRIBIR Y HABLAR

ESCRIBIR Y HABLAR

El problema de la naturalidad se entronca con el de las relaciones -diferencias o semejanzas-o entre el hecho-de hablar y el de escribir. La naturalidad, mal interpretada, podría inducirnos a creer que se debe escribir como se habla, afirmación ésta incorrecta a nuestro juicio, porque, en realidad, se trata de dos actitudes distintas.

¿Y cómo podríamos escribir como hablamos? “-ha dicho Azorín-. No puede escribirse corno conversamos; no lo permiten las repeticiones, las anfibologías, los prosaísmos, las redundancias, los mil vicios, en fin, que malean el idioma. Nadie escribe como habla; nadie habla como escribe».

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En-cierta ocasión, se cuenta, alguien dijo refiriéndose a Oscar Wilde: “Escribe como habla”. Pero el interlocutor respondió atinadamente: «Sí; iPero hay que ver cómo habla!». «La frase escrita no es la frase hablada», afirma Albert Dauzat en (Le géneric de la langue francaiçe ». Y precisa: El teatro, que se escribe para ser representado, es decir, hablado, debe dar en las comedias modernas la ilusión del diálogo vivo y espontáneo. Y, sin embargo, al examinarla qué trabajada resulta la lengua de nuestros actuales dramaturgos.

La naturalidad, según nuestra opinión, no exime de la elegancia, antes bien, la requiere para no caer en plebeyez. El gran señor que sabe vestir bien, irá elegante, aunque vista un traje sencillo. Y el escritor podrá alcanzar las más altas cimas de la belleza, si sabe y puede conjugar lo natural con lo preciso, procurando aunar sencillez y exactitud.

Verdad es -según Dauzat-. que la lengua literaria debe mantener siempre el contacto con la lengua. hablada, revigorizarse al contacto con la vida, pero sin romper con la tradición, con el orden.

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