¡ORGANIZACIÓN!

¡ORGANIZACIÓN!

Los horarios laborales de los españoles están, en este momento, en pleno debate. La posibilidad de salir a las seis de la tarde parece factible en algunas empresas e instituciones que empiezan a considerar la conciliación como un activo más que ofrecer a sus trabajadores. Pero amplios sectores, como el comercio o la hostelería, seguirán viviendo con horarios extendidos y partidos.

Con poco tiempo disponible en el hogar, no solo nos inunda a sensación de no estarnos ocupando de la familia, sino que le sumamos la de no mantener adecuadamente las tareas domésticas. Tenemos un alto grado de exigencia que resulta utópico. Uno de los problemas que surge en la casa es que, a diferencia de nuestra agenda laboral, no sistematizamos el trabajo. Del mismo modo que en nuestra vida profesional solemos establecer plazos determinados para acabar tareas, reservamos espacio para reuniones y planificamos el tiempo de la jornada, podemos aprender a utilizar criterios profesionales para organizar el tiempo en casa.

Así, podemos reservar una franja horaria concreta para atender a nuestros hijos en la que no interfieran las tareas domésticas. No tienen que ser muchas horas, y quizá no todos los días con todos los hijos. Pero tiene que estar tan reservado en nuestra agenda como lo estaría una reunión con un jefe. Si no tenderíamos al jefe mientras terminamos de rellenar unos papeles, no atendamos a la familia mientras pasamos el aspirador.

De igual manera, para garantizar el buen funcionamiento de la familia es imprescindible que el matrimonio se reserve unos minutos al día.
Es mejor si se convierte en costumbre y la pareja guarda para sí un momento determinado.

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Tampoco aspiramos a horas de charla tranquila, porque merece la pena ser realista y cumplir los objetivos previstos.

Para disponer realmente de estos tiempos es imprescindible que las tareas propias del hogar no se nos cuelen en el cuidado personal de la familia. Pero en la casa tenemos muchas veces la impresión de que todo tiene que estar hecho y hecho ya. Por eso conviene sistematizar mejor las tareas domésticas. Una buena idea es establecer calendarios. Por ejemplo: cambiamos sábanas de tal habitación el martes. Antes del martes no le dedicaremos ni un minuto a pensar en esas sábanas. Y somos flexibles con los incumplimientos puntuales.

Ahorra mucho tiempo en casa -tiempo que regalamos a los nuestros- hacer buenas planificaciones de los procesos más largos. Si hacemos la compra ajustada a los menús de la semana, sabemos que no tendremos que salir a buscar algún ingrediente de última hora que nos descabala la semana. Si establecemos los días de lavadora y plancha en función de las necesidades de nuestros hijos -uniformes, equipación deportiva- evitaremos momentos
de estrés innecesarios con el consiguiente sentimiento de culpa.

No podemos cambiar los condicionantes propios de las familias del siglo XXI. No es sencillo buscar otro trabajo y encontrar uno que se ajuste a nuestras necesidades. No depende de nosotros adaptar los horarios del colegio o los del sol. Pero podemos hacer que la vida en nuestra casa sea más sencilla, que aprovechemos mejor los minutos y, sobre todo, que sepamos reservar tiempos libres para nuestra familia.

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