El viejo profesor

CON EL MÓVIL BAJO EL BRAZO.

Cuando los padres estamos en el trabajo y tenemos el móvil con nosotros nos invade una cierta tranquilidad porque todo está bajo control. Sabemos que si algo malo les pasa a nuestros hijos, recibiremos de inmediato una llamada. Por fortuna, eso casi nunca ocurre y nuestra vida privada no suele invadir los espacios de vida profesional.

Sin embargo, es mucho más frecuente que nuestro espacio personal se vea invadido por el profesional. El mismo móvil que nos permite hablar con la abuela o preguntar a nuestros hijos por su día, nos impulsa a comprobar si ha entrado correo de trabajo nuevo. No nos faltan las justificaciones: «es por si ha entrado algo urgente», «lo miro pero no contesto» o «así borro lo que no necesito» son algunas de las excusas con las que tratamos de vender a los demás que trabajamos cuando no deberíamos. Tenemos que rebajar nuestro grado de exigencia hasta lo razonable.

El problema del fenómeno multitarea en el entorno familiar es que iniciamos muchas labores al mismo tiempo pero no completamos ninguna porque tenemos demasiados frentes abiertos. No estamos atendiendo correctamente a nuestros hijos porque no dejamos de consultar el correo. Pero no respondemos bien al correo porque queremos atender a nuestros hijos.

La idea de un esquema de cada jornada, esquema que irá mejorando con el tiempo, y que detalle los momentos que se dedicarán a cada labor, ya sea profesional o doméstica, nos ayudará a tener compartimentos estancos. Esos tiempos cerrados para cada actividad nos permitirán dedicarnos en plenitud a cada cosa.

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