LAS REPETICIONES.
La repetición resulta inevitable con las palabras de uso frecuente, es decir, con las «palabras accesorias», preposiciones, conjunciones, pronombres y artículos: de, por, pero, y, el, lo, o para las palabras de uso frecuente: hacer, decir.
Estas repeticiones no se notan apenas, salvo que sean excesivas. Ejemplo: «Es un hecho que lo que yo he hecho bien hecho, no hará más que demostrar a ustedes lo que yo soy capaz de hacer».
En cambio, sí se notan mucho las repeticiones cuando se trata de palabras raras, poco usadas, infrecuentes.
EJEMPLO:
Si la facultad anímica del querer es la voluntad, la del no querer podría llamarse la noluntad. Si voluntad viene del verbo latino volo, noluntad, procedería de nolo. Noluntad que no sería otra cosa que una especie de facultad animica de signo negativo, la facultad del no querer, la sede de signo opuesto «a la del querer. Y si la voluntad es motor de la acción, la noluntad lo sería del más puro quietismo …
En el dominio del verso -en la poesía- se dan muchos casos de repeticiones voluntarias, y por tanto,’ legítimas. El escritor se sirve de esta repetición para poner en relieve, para destacar 10 que quiere decir.
EJEMPLOS:
«La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira mira.
El niño la está mirando.»
(García Lorca)
«Llovía, llovía, llovía, como si nunca hubiera llovido sobre
la tierra.»
«Millones, millones y millones de estrellas.»
Pero la repetición, aun querida, puede resultar malsonante. Como, por ejemplo, en aquellos versos de Corneille:
«Pompeyo tiene el corazón grande, el espíritu grande, el
alma grande – y todas las grandezas propias de un gran rey.»
Por ello, dice Albalat, «si la repetición es de las que el lector percibe, hay que buscar otra palabra, incluso procurar otro giro si fuese necesario».
Cuesta mucho sacrificar ciertas palabras; pero la ausencia de repeticiones es una belleza superior a las expresiones de detalles».
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