[mks_dropcap style=»square» size=»52″ bg_color=»#dd3333″ txt_color=»#ffffff»]L[/mks_dropcap]os niños racionales pueden desarrollar un punto obsesivo a la hora de alcanzar sus metas. Pueden pasar horas planeando, leyendo y viendo mapas para actividades que durarán mucho menos del tiempo invertido en prepararlas. Antes de un viaje, querrán saber todo sobre el sitio al que van. Pueden dedicar horas a colocar las fichas de dominó aunque el efecto acabe en los breves segundos en que este tarda en caer. Esto tiene su origen en el hecho de que para ellos es un orgullo en sí mismo dominar la información y haber alcanzado un nivel superior de estrategia.
[mks_dropcap style=»square» size=»52″ bg_color=»#dd3333″ txt_color=»#ffffff»]A[/mks_dropcap]sí como los niños con este temperamento sienten un gran orgullo acerca de su propio ingenio, también viven con mucha intensidad las derrotas y frustraciones. Se pueden sentir intensamente avergonzados y culpables por cometer errores que otros temperamentos calificarían de banales. Por este motivo, como padres y profesores, es importante saber dónde están los límites de la capacidad de nuestros pequeños racionales, tanto para no pedirles más de lo que pueden como para no criticar sus fracasos cuando se deben a factores ajenos a su realidad. Los niños racionales son por naturaleza críticos consigo mismos y les importa mucho sentirse inteligentes y orgullosos de sí mismos. Son particularmente vulnerables ante el fracaso y suele afectarles directamente a la autoestima.
[mks_dropcap style=»square» size=»52″ bg_color=»#dd3333″ txt_color=»#ffffff»]S[/mks_dropcap]uelen empezar a hablar y a leer antes que los demás, y a tener un amplio vocabulario antes que el resto de niños de su edad. Estas ventajas no tienen ningún impacto en el futuro, lo cual se puede apreciar en numerosos estudios científicos que apuntan que todos los niños escolarizados leen a los seis años y que a los doce años no hay ninguna correlación entre la edad en la que aprendieron a leer y la capacidad intelectual.
[mks_dropcap style=»square» size=»52″ bg_color=»#dd3333″ txt_color=»#ffffff»]S[/mks_dropcap]i bien otros temperamentos necesitan deh refuerzos positivos directos de halago para que mantengan una conducta a lo largo del tiempo, los pequeños racionales lo que necesitan son palabras de motivación. Su mayor orgullo es realizar las actividades de manera correcta e independiente.
[mks_dropcap style=»square» size=»52″ bg_color=»#dd3333″ txt_color=»#ffffff»]N[/mks_dropcap]o les gusta obedecer directamente órdenes que no entienden ni pensar sobre el mundo según lo que se les impone. Son niños difíciles de manipular y son capaces de llevar la contraria solo por el placer de oponerse a ideas sin argumentos. Para los niños racionales los castigos físicos son un asalto directo a su autonomía y pueden sentirlos como un abuso a su dignidad.
[mks_dropcap style=»square» size=»52″ bg_color=»#dd3333″ txt_color=»#ffffff»]P[/mks_dropcap]ueden parecer arrogantes, pero no suele ser un problema de un exceso de orgullo sino de una necesidad de autonomía. Suelen ser individuos independientes desde el nacimiento y una de las preocupaciones que los padres pueden tener a veces es conseguir que participen en actividades de la familia. Las rutinas familiares muchas veces existen sin una racionalidad particular. Son costumbres consolidadas que se repiten aunque hayan desaparecido los motivos por los que aparecieron (por ejemplo, los sábados desayunamos juntos y cada uno cuenta algo de su semana). Les cuesta aceptar estos rituales arbitrarios que existen sin motivo aparente y con frecuencia los cuestionan y reniegan de ellos.
[mks_dropcap style=»square» size=»52″ bg_color=»#dd3333″ txt_color=»#ffffff»]L[/mks_dropcap]os motivos que subyacen a las acciones son para ellos de gran importancia. No suelen realizar ninguna acción sin saber por qué las realizan de modo que crearles rutinas es todo un reto. Solo siguen las que consideren funcionales. Si no es así, es muy probable que un niño racional siga rutinas solo por evitar confrontaciones con las figuras de autoridad. Un buen ejemplo es el protocolo al sentarse a comer: comerán con los codos fuera de la mesa, se olvidarán de la servilleta y se limpiarán la boca con la manga, pero como son solo normas de conducta, les costará mucho aceptarlas.
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