PUEDE QUE SEA MÁS SENCILLO…(¿PERO CÓMO?)

Quizá el secreto no sea tan difícil de diagnosticar aunque sí de curar. Los estudiantes no  aprenden, o no tanto como quisiéramos debido a la sempiterna queja, que no nos engañemos, existe desde que el mundo es mundo: hay textos de la antigua Grecia referidos a la educación  que son perfectamente extrapolables a nuestros días, googleen un poco y no les será difícil encontrarlos.

Multitud de métodos, de tipos de aprendizajes, de inteligencias y de emociones nos forman una amalgama mental en la que naufragamos  y quizá, solo quizá,  esos árboles no nos dejen ver el bosque.

Todos se resumen en la motivación, pero se olvidan, muchos de ellos de la irrenunciable-por definitiva- implicación y, con ella, de la concentración. Los chavales están dispersos, tienen más distracciones (poco o nada relacionadas con la formación cultural) que nunca.  Pasan las cosas por sus ojos y oídos sin dejar apenas poso, no les prestan (prestamos) la atención debida.

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Un experimento de la Universidad de Bloomington (Nickerson y Adams) referido a la importancia de la atención (concentración, implicación) a la hora de aprender y fijar, instó a multitud de alumnos a reproducir en un dibujo algo tan cotidiano como una moneda. La gran mayoría no sabían (yo lo ignoro en caso del euro) hacia qué lado miraba el personaje y mucho más -lo primero es cuestión da azar y no es demasiado concluyente- y la inscripción en el caso que la hubiere. Y es algo que se ve todos los días…

Motivación vale, pero implicación y concentración también…y añado de mi cosecha: lápiz y papel cada vez que se esté estudiando.

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