EL ARTE DE ESCRIBIR
El monólogo interior y la novela clásica.
El novelista o narrador, ¿debe aparecer en la narración?, ¿se debe escuchar su voz o sólo la de sus personajes? Dicho de otro modo: el novelista ¿ha de ser un simple reportero de su creación? ¿Ha de ser tan objetivo e imparcial como una cámara cinematográfica, como un documental cinematográfico?
Refiriéndose al tema que nos ocupa, dice José Tomás Cabot:
«Observemos que la mayoría de las narraciones en tercera persona, antes de la influencia del cine y del conductismo científico, nos ofrecían, en cuanto a la participación humana, los siguientes elementos:
a) Consideraciones teóricas, efusiones sentimentales, comentarios de
narrador como tal, dirigiéndose a sí mismo, al lector o a los personajes.
b) La vida interior o psiquismo de los personajes.
e) El aspecto físico y el comportamiento externo -actitudes, movimientos, palabras– de los personajes.»
«El joven literato actual -afirma Cabot a continuación- no está conforme con este estado de cosas»: elimina al narrador, cuya paterna tutela, «que asoma en el libro para orientar al lector, se ha hecho innecesaria y molesta». Se tiende también a suprimir toda referencia a la vida interior de los personajes. «Y de esta forma -comenta Cabot- el joven literato actual se va quedando solo con el aspecto físico y el comportamiento exterior de los personajes. Y aún no trata estas cuestiones a manera antigua. Porque los autores decimonónicos referían sobre todo y el joven actual presenta, en vez de referir,»
« Ya señaló Ortega ·la diferencia entre referencia y presentación. Para señalar el comportamiento habitual de un personaje, el autor decimonónico inventaba una definición y escribía:” María era tímida, se turbaba ante los hombres”. En cambio, el autor actual escribe: “María bajó los ojos y enrojeció en el momento de entrar Juan”. Deja que el lector deduzca de este hecho objetivo, concreto y actual la timidez de María.
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