Pedro Hermosilla
Muchos de nuestros alumnos (incluso muchos de sus padres) tienen la engañosa certeza de que son “torpes”. Nada más lejos de la realidad: la neurociencia ha demostrado que nadie es torpe irremediablemente, que el funcionamiento del cerebro no está condicionado genéticamente, y que todo es susceptible de cambio con el adecuado entrenamiento de las conexiones neuronales.
El cerebro humano es extraordinariamente plástico, es decir, que puede adaptar su actividad, su estructura y su rendimiento en función de las experiencias que se le proporcionen. Lo que nos supone, una vez conocido este dato incontestable científicamente, una responsabilidad a padres y docentes. No hay niños tontos, los hacemos… o, por lo menos, no los ayudamos a dejar de serlo.
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