Pedro Hermosilla
A un par de días de haber hecho el reparto de calabazas (entrega de notas), y metido de lleno en las vacaciones de Navidad, me viene a la cabeza una expresión que se repite cada vez más frecuentemente en las reuniones con los padres:”Yo lo que quiero es que mi hijo sea feliz”. Objetivo y empeño, por supuesto, encomiable; como no podía ser de otra forma. Pero…
¿De verdad alguien se cree que un niño con cuatro o cinco castañas en el boletín del trimestre puede ser “feliz”? Opino que no, que lo pueden disfrazar de desidia o de pasotismo( algunos lo hacen estupendamente), pero no deja de ser la constatación de un fracaso. De todos: del niño, de los padres y de nosotros, los profesores.
A pesar del clásico ese de que “de los errores se aprende”, no deja de ser incontestablemente doloroso. No se trata de un “error” sino que un boletín lleno de suspensos trata de falta de voluntad, de falta de previsión y de falta de atención por parte de todos.
Si el niño “ha de ser feliz”, encaminémosle por el camino del éxito, del esfuerzo y de la satisfacción, esta sí, del deber cumplido; la recompensa del trabajo bien hecho.
Agregar comentario