EL «FUNDIDO» Y LA «PAUSA» EN EL ARTE NARRATIVO

EL ARTE DE ESCRIBIR

EL «FUNDIDO» Y LA «PAUSA» EN EL ARTE NARRATIVO

Problema –y no de los fáciles- en toda narración es el de la trabazón o engarce artístico entre las distintas partes que forman el relato.
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Para orientamos en la solución de este problema, nos puede servir de guía la técnica cinematográfica.
En cine, el fundido es el procedimiento mediante el cual se unen -se funden- dos momentos (“secuencias”) de una película, de tal modo que no se advierta un corte brusco.[/mks_pullquote] Gracias al fundido se pasa de una escena a otra sin que el espectador extrañe el corte. Es el fundido una pausa que engarza las diversas partes de un “film” : pasamos, por ejemplo, de una habitación a una montaña; de ésta, al mar, y de aquí nos trasladamos de nuevo a la habitación de un hotel. Podemos también pasar del presente a una situación pasada. La cámara -gracias a la técnica del fundido- resuelve estas transiciones sin que el espectador advierta bache alguno en el proceso narrativo cinematográfico.
Es pues, el fundido un corte que enlaza, una interrupción imperceptible entre dos secuencias diferentes.

Algo análogo a lo expuesto ha de conseguir el narrador en sus relatos (novelas o cuentos).
En las narraciones extensas (novelas), se salva el escollo con la socorrida división en capítulos. Pero los capítulos son todo lo contrario del fundido: son cortes secos que nos recuerdan las distintas «partes» en que se dividían las películas en los primeros tiempos del cinematógrafo.
Donde el problema del fundido se destaca, por tanto, es dentro de un trozo narrativo continuado, en el relato corto y sin capítulos. Y consiste en pasar de un párrafo a otro, de una situación determinada a otra distinta, de un diálogo a una reflexión, de una imagen plástica a un pensamiento … Aquí está él escollo principal que es preciso salvar sin que el lector lo advierta: hay que procurar que, en la lectura, no se note el artificio del relato.

Acaso no puedan darse soluciones teóricas ni prácticas para resolver el problema del «fundido». Quizá todo dependa de la habilidad del escritor.
No obstante, hasta el más hábil narrador puede encontrarse en la embarazosa situación del corte brusco (como el orador que, de repente, «pierde el hilo» del discurso). Hay entonces que tender un puente para que el lector no advierta el pequeño abismo surgido en el camino narrativo.

Difícil es dar consejos para resolver este problema de arquitectura literaria. Acaso lo único que pueda recomendarse sea … fidelidad al proceso narrativo creador. Debemos narrar siguiendo la pauta íntima imaginativa. No preocupamos del «corte», ni taparIo con «rellenos», siempre artificiosos. Al escribir, sigamos, lo más fielmente posible, el relato original tal como fue gestándose en nuestra mente en los momentos creadores, mientras nos lo contábamos a nosotros mismos. Si el narrador no advirtió interrupciones –al contarse el relato o cuento a sí mismo-, tampoco debe notarIas el lector. (Por eso es muy recomendable, siempre que imaginemos un relato, tener a mano un cuaderno de notas, para trazar el esquema, el bosquejo, procurando que no falte nada esencial).

Si queremos un ejemplo de relato perfectamente fundido, basta con echar una ojeada a La casa de los muertos, de Dostoiewski. En esta obra -maestra por su ejecución- el fundido es perfecto: no hay un solo bache. Capítulo a capítulo, párrafo a párrafo, línea a línea, frase a frase, todo está maravillosamente unido y ensamblado.
En suma, el fundido -come la pausa levísima de una sinfonía- sirve, a la par, para separar y para unir. Es un silencio rítmico, sonoro … La vibración de la última nota se sostiene y permanece, como un aletea de mariposa, hasta engarzar con la primera nota siguiente.

El propio silencio -escribe Sartre en Situations– « se define con relación a las palabras; como la pausa en música, recibe su sentido de los grupos de notas que la rodean. Tal silencio es un momento del lenguaje; callarse no es ser mudo, es no querer hablar, es decir, seguir hablando.»

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