A Marcelino no lo pillan. Ya van unas cuantas ruedas de prensa y, por mucho que le pregunten, el entrenador casi nunca se sale del guión de la cordura y la serenidad: ¿Que si el Valencia puede ganar la Liga? Por supuesto que no. ¿Que si Lim va a fichar este invierno? Hará lo que crea necesario. ¿Que si puede ser mejor que Benítez? Imposible. Para él, Rafa es un referente…
El míster es todo sensatez, todo lógica, todo cautela.
Pero a veces, sólo a veces, uno puede leer entre líneas y darse cuenta de que bajo esa máscara de prudencia hay algo más.
Como cuando dice que que está orgulloso de su gran plantilla.
Como cuando se cabrea porque lo expulsan del banquillo.
Como cuando reconoce ante los micrófonos que el Valencia está «A TOPE».
Entonces es cuando nos damos cuenta de que hay dos Marcelinos: el sereno y, a veces, demasiado cabal; y el otro, el que tiene hambre de victorias, el que sueña con hacer algo grande, el que vive y se desvive con cada partido.
Dos caras de un mismo tipo.
Como Bruce Wayne, el multimillonario playboy de los cómics, y su «alter ego», el hombre murciélago.
Marcelino es nuestro Batman, y no huye de la pelea. Quiere hacer algo grande. Aunque él lo niegue.
Ya se sabe que los superhéroes tienen que mantener su identidad en secreto…
Fdo. Un valencianista desinteresado.
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