EL ARTE DE ESCRIBIR
ELEMENTOS DE LA NARRACIÓN
Los tipos.
Para ser interesante, “no es necesario que el tipo posea características fuera de lo normal, sino que tenga una personalidad acusada y representativa”. Característico de todo buen relato es la exactitud en la pintura de los tipos. Y el tipo será tanto más interesante —se ha dicho— “cuanto más amplia comunidad de sentimientos tenga con nosotros, aunque sea un tipo aparentemente vulgar y los hechos que de él se nos refieran sean comunes y corrientes”.
No es preciso, para buscar ejemplos, recurrir a los grandes tipos de la literatura universal: Don Quijote o Hamlet. Cualquier personaje, por ejemplo, de los que aparecen en los cuentos de Antón Chejov, nos resulta interesante, aunque sea un tipo vulgar o precisamente por serlo. No vamos a reproducir aquí uno de tales cuentos. Quien quiera un ejemplo demostrativo lea Un ser indefenso, La obra de arte, Volodia, El camaleon, El Escritor, etcétera, etcétera
Como ejemplo de personaje presentado ya desde las primeras página del relato, véase El viejo y el mar, de Hemingway:
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“Era un viejo que pescaba solo en un bote en el Gulf Stream y hacia ochenta y cuatro días que no cogía un pez. ”
Así comienza la narración citada, para pasar inmediatamente a la descripción de este pescador (un pobre viejo que se convierte en héroe en su lucha denodada por demostrar a las gentes —y a él mismo— que aún es capaz de pescar como en sus buenos tiempos).
“Era el viejo flaco y desgarbado —escribe Hemingway— con arrugas profundas en la parte posterior del cuello”. Viene luego una descripción un tanto excesiva de las pecas que el viejo tenía en su cuerpo, para darnos inmediatamente, en una frase, una descripción exacta y concreta, cuando dice: “Todo en él era viejo, salvo sus ojos; y éstos tenían el mismo color del mar y eran alegres e invictos”.
“La presentación eficaz de un tipo verdadero —escribe González Ruiz— hace que podamos suponer de él muchas cosas que no se nos cuentan y que rechacemos en el acto las que se nos cuentan y no sean propias de él. Al verdadero escritor el tipo se le impone. El mal escritor deforma y falsea el tipo. ”
“Primera condición fundamental del narrador es, pues, la de ver los tipos y acertar a reflejarlos en sus rasgos característicos… ”
Pero, porque la vida es lucha y es comedia, todos, desde que empezamos a luchar, empezamos a mentir un poco: con las palabras y con el gesto. Todos somos un tanto comediantes porque siempre aspiramos a representar un buen papel en la vida. El buen escritor ha de ser por tanto buen psicólogo; ha de saber “calar” en el hombre para descubrir la verdad que se esconde tras la pequeña mentira que se aparenta. “Raramente en la vida —sigue el autor citado— quiere nadie aparecer exactamente como es, sino que escoge aquella cualidad suya que su instinto le dicta, y la pone de relieve o se vale de ella como de un caparazón para ocultar las que no quiere que se vean. El observador sagaz advierte esto y define al tipo por esa ocultación de condiciones que adivina o por esa supervaloración de las que tiene en realidad, aunque en proporciones mucho más modestas. ”
El buen observador, en suma, se mete dentro del personaje, le da un poco la vuelta y nos muestra lo más recóndito, casi siempre esencialmente característico.
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