HOUSTON, HOUSTON, TENEMOS UN PROBLEMA (Y DE LOS GORDOS)

Pedro Hermosilla

Hemos de reflexionar porque algo debemos de estar haciendo mal. Tengo niños a puntito de entrar en secundaria que en un texto de unas 100 palabras me cometen más de diez faltas de ortografía. Sé fehacientemente que se han pasado por lo menos cuatro años a base de dictados (muchos de ellos kilométricos) y de copiar las faltas tropecientas veces como antídoto. Evidentemente no ha dado resultado.

¿Cuáles son las causas entonces? ¿Que en  lo jueguecitos de los móviles no salen letras? ¿Que en los vídeos del youtube comenten faltas de ortografía hasta hablando (Oh my god!, what the fuck!)?  ¿Que el niño no lee porque no le gusta, y no le gusta porque no lee? ¿Que es falta de atención porque a veces comenten faltas copiando enunciados o de la pizarra?

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En mi humilde opinión, el objetivo de la lengua es hablarla, escribirla y entenderla correctamente; además de  utilizarla como puente y lanzadera a la hora de encarar objetivos superiores (si los hay). ¿Me pueden alguien explicar para qué sirve que sepan diferenciar los sustantivos epicenos si  luego escriben “ormiga”? ¿O una perífrasis verbal si escribe “deve benir”? ¿O lo que es una oración subordinada adverbial si  escribe “La fiesta acavó cuando se izo de noche”? ¿Queremos gente que sepa expresarse y entenderse adecuadamente o pequeños e imperfectos filólogos?

Sigo manteniendo  que los currículos están mal  planteados, y cada vez crece más en  mi la percepción de que  los motivan la ganancia de las editoriales  y no el aprendizaje de los polluelos.  A los informes  “PISA” me remito.

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