¡NO TENGÁIS MIEDO A LA LIBERTAD!

EL VIEJO MAESTRO

¡NO TENGAIS MIEDO A LA LIBERTAD!

No tengáis miedo; pero esto no significa que debemos consentir en nuestros hijos todos sus caprichos, desentendiéndonos de su educación.

Precisamente, cuando entendemos que la libertad es un cualidad -yo la llamaría virtud- apreciada y apreciable, es cuando debemos mantener una sana y constante preocupación por nuestros hijos.

Hay que tener en cuenta de que el entendimiento de los chicos no es perfecto. Hay que estar muy encima de ellos para formarles convenientemente, para que no elijan aquello que, con solo apariencia de bien, pueda llegar a destruirlos. No te canses padre, educador, de que la verdadera libertad solo puede tener un objetivo: el bien.

– Una libertad que elija el mal, aunque sea para pocos, no es libertad.
– Una libertad que coarta la del otro, no es libertad.
– Una libertad que utiliza la violencia para imponerse, no es libertad.
– La libertad es fruto de la inteligencia, los inmaduros y los iluminados que no te hablen de libertad.

Ser libre no es otra cosa que tener la facultad de elegir. Y elegir aquello que es bueno para nosotros, para ellos, y que no restringe la libertad de los demás. ¡Cuántos desaliños se cometen en torno a la “libertad” mal entendida!
Vosotros, como padres, que conocéis perfectamente a vuestros hijos, sabéis el momento de hacerles plenamente responsables. A medida de que va naciendo en ellos el sentimiento de la intimidad y la conciencia de la libertad:

– Deben saber que nadie vendrá a resolverle sus problemas.
– Deben saber que pronto han de conjugar el yo en su futura actuación en todos los terrenos.
– Deben estar dispuestos a hacer en todo momento lo que es justo.
– Han de hacerlo derechamente, sin compromisos, sin componendas, sin transacciones, sin temor al qué dirán, sin agacharse.

Para terminar te trascribo una anécdota que contaba el gran escritor Chevrot: “ En un proceso en el que se jugaban grandes intereses de dinero, aquel hombre, de una rigurosa probidad, se negó a defender una causa que no le parecía justa. Hubo quien extrañó su intransigencia. ‘’No tenía usted -le dijo- más que inclinarse para recoger millones’’. “Es verdad, – respondió Berryer-; pero hubiera tenido que inclinarme.”

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