La verdad es que no estamos acostumbrados. Y menos en la competición más significada de Europa; la competición cuyos trofeos se guardan casi todos en las vitrinas de nuestro Real Madrid.
No estamos acostumbrados y el Totem ese de las narices nos sacó los colores y nos dejó patidifusos en el terreno de juego. Hasta el gol de Ronaldo fue una carambola de esas que en el billar se llaman «churros». Vamos de esos goles que los mete hasta mi perra. Los jugadores del «Madrí» parecían «zombis» y hasta daba la impresión de que, cuando se disputaban el balón, pronunciaban la frasecita de «susto o trato», y, ¡claro!, con tanto «Hallow-eso» los Totem se llevaban el balón y lo enchufaban por toda la escuadra.
¡Que no, que no!, entrenador. ¡Que no, que no!, señor presidente. ¡Que no, queridos simpatizantes del «mejor equipo del mundo»!. Que cada partido hay que currárselo, y da lo mismo tener diez copas de Europa, que ninguna. A ver si nos enteramos, Zidane, Florentino y demás tropa. Como le pillen el truquito a este Madrid (¡truquito o sustito!) se van a comer las calabazas de los nenes.
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Hay que decirle al Ronaldo que deje de hacer «la bicicleta estática». Porque es lo que me recuerda a mi cuando hace esos malabarismos sin balón, como si bailara aquella antigua yenka. Vamos, como cuando un «servi» hace ejercicio en la bici esa sin ruedas y no avanzas ni un milímetro. Picha, coge el balón y tira palante. Porque si no, los goles los vas a meter como el de ayer, de rebote.
¡Ay, Señor, no gana uno pa disgustos!
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