El viejo profesor Valencia

EL COLEGIO-HOGAR

EL VIEJO PROFESOR
EL COLEGIO-HOGAR

Un colegio-hogar es, por definición, lo contrario a un colegio-negocio; es decir, lo más opuesto a lo que Kiefíer llama «una casa de lucro en la que con el menor gasto posible se puede alojar al mayor número posible de alumnos».

«Es preciso que cada uno se sienta objeto de especial atención por parte del educador y que nunca tenga la impresión de ser confundido y olvidado entre la masa, descuidado en sus peculiares necesidades, en sus exigencias y en sus debilidades, como si sólo contase su presencia fisicas (Pío XII).

Hemos apuntado en anteriores artículos que nuestros colegios, nuestras clases, han de ser los más parecido posible a un hogar.
En casa, en el hogar, un niño no tiene que pedir permiso para ir al baño. En casa, el niño pregunta, pide aclaraciones, solicita ayuda, da y recibe cariño, y, por supuesto, en ocasiones, también recibe reprimendas, cuando su conducta no es la adecuada.

Yo creo, que cualquier colegio, sea público o privado, puede implantar en sus aulas esta idea del colegio-hogar. En unos tiempos, en los que se llevan a cabo, se idean, multitud de procedimientos para que los alumnos asimilen de manera más sencilla los conocimientos de las distintas disciplinas, no es descabellado proponerse esta nueva (antigua) rutina del “colegio-hogar”.

¿Y cuáles deberían ser sus principales características?

El centro de educación, el colegio, formará bien a sus alumnos en tanto en cuanto se parezca a un hogar, es decir, donde el chico no sea un número, sino un muchacho al que se toma en serio, al que se le conoce por su nombre familiar, del que se conocen sus aficiones, sus virtudes, sus caprichos, su forma de estudiar, sus gustos, su carácter; un muchacho del que se conocen las posibilidades y dificultades que tiene para el estudio, y, por supuesto, cómo son sus padres y cuál es el ambiente de su hogar.

En un colegio hogar, como en el seno de una buena familia, se debe fomentar la responsabilidad personal y la colectiva, tan importante como aquélla.

Necesitamos acostumbrar a que nuestros alumnos aprendan a trabajar en equipo, lo que les preparará para su futura vida social.
Fomentemos la emulación personal sana, no como una competición para herir la sensibilidad de los demás, sino como una disposición que deben tener en su futura madurez, considerándose siempre dispuestos y capaces, confiando en sus propias capacidades.
Todo esto, y mucho más, requiere un gran esfuerzo para los profesionales de la enseñanza, que están para algo más que para explicar una asignatura. Tan de acuerdo tiene que estar el profesorado de un centro sobre las metas a conseguir con sus alumnos, como lo han de estar los padres en el hogar.

Si queremos que haya un ambiente de hogar en nuestro colegio -os aseguro que se consigue-, precisa que lo vivamos nosotros primero. El éxito está en nuestras manos. Y el resultado en cada uno de los alumnos será eternamente agradecido por los mismos.

Conseguido este clima “hogareño”, este ambiente, esta atmósfera, sobrarán para siempre las filas, los castigos colectivos, los chivatos, los puestos, las bofetadas y… los cuadros de honor.

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