¿LOS NIÑOS TE MOLESTAN?
Todos los que actuamos como profesores tenemos que ser más jóvenes de lo que somos. Necesitamos juventud de alma y una gran ilusión por estar con los pequeños. Estos no admiten que el maestro «se mortifique» al convivir con ellos.
El chico quiere ver en el profesor un amigo, no un ogro y menos un carcelero.
Indudablemente, es más fácil poner mala cara de continuo para, que los chicos no alboroten en la clase. Es más difícil ser amigo en la clase y fuera de ella, pero es más eficaz.
Es más sencillo castigar echando mano del reglamento para aplicarles la sanción correspondiente a la pena que castigar, personalmente, sin ira, utilizando argumentos de razón y de cariño …, pero esto es más deseable, porque se parece más a lo que se hace en un hogar que a lo que se practica en una cárcel.
«El imperio de un reglamento rígido que no sepa distinguir entre individuo e individuo, presenta sus peligros» (Pío XII). «Por poca desviación que interceda, será inevitable tener alumnos poco impuestos en el sentido de la responsabilidad personal, arrastrados casi inconscientemente por el mecanismo de los actos a un puro formalismo, tanto en el estudio como en la disciplina. La estricta uniformidad tiende a sofocar el impulso personal; la inflexible urgencia en cumplir el reglamento fomenta a veces la hipocresía o también impone un nivel espiritual, que para unos será demasiado bajo y para otros, en cambio, inalcanzable; la excesiva severidad termina por cambiar los caracteres fuertes en rebeldía y a los tímidos, en introvertidos y pusilánimes» (Pío XII).
Yo os comprendo -¡claro que os comprendo!- cuando os oigo decir que estáis hartos de niños.
Cuando los profesores comiencen a sentir jaqueca por el ruido de los chicos en los descansos entre clase y clase, lo mejor que pueden hacer es tomar pastillas contra el dolor de cabeza y dedicarse a otros menesteres que no sean los de la educación.
Si os molesta el ruido de los niños, más que hacerles callar, debe uno callar y marcharse.
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