Pedro Hermosilla
“El talento se ahoga en las escuelas”, no lo digo yo, lo dice Céline Alvarez (así sin tilde), pedagoga francesa agallegada por parte de padre. Abanderada de las teorías de Montessori (tantas modernidades y los métodos de doña María llevan un siglo pupulando por esas escuelas del orbe), decidió aplicarlas, a su manera, a los niños de entre tres y seis años que le cayeron en suerte. Experimentó y midió.
Resultado: Que los niños más rezagados se pusieron al día poco a poco y aprendieron a leer correctamente. Que al mezclar niños de distintas edades se produjo el llamado “efecto arrastre” en el que los mayores tiraban del progreso de los más pequeños. Que las conexiones neuronales (después de aplicarles una resonancia electromagnética) estaban mucho mñas desarrolladas que las de los niños “normales”
¿Cómo lo hizo?
Doña Céline nos da cuatro claves :
-Un entorno que los estimule.
– Una didáctica basada en la exploración.
– Responder a sus inquietudes, intereses y curiosidades para adaptarlos a contenidos curriculares.
-Amor y empatía, sin los cuales ningunos de los tres anteriores son válidos.
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