El viejo profesor Valencia

UNA ESCUELA LIMPIA

EL VIEJO PROFESOR

POR UNA ESCUELA LIMPIA

Hoy quiero hablarte, querido amigo, de la escuela, cuando la familia no puede hacerlo todo.

A la labor que desde el nacimiento realiza la familia, tiene que sumarse imperiosamente la ayuda de la sociedad, concretamente la escuela, pero, sin olvidar, que ésta ha de ser un complemento y nunca que se hagan cargo de la educación total de nuestros hijos. Este objetivo lo han de tener muy claro los padres, si no quieren que sus hijos, el día de mañana, puedan renegar de hasta sus propios progenitores. Que sean reconducidos, que no educados, hacia un determinado ideario no querido por los padres, ni elegido por los hijos. Que quieran prepararlos para unos fines determinados. Queridos padres, no os amparéis en que vuestros hijos van a un Colegio para desentenderos de la formación de los mismos. Sois vosotros, padres, siempre, los principales educadores; no perdáis este punto de mira. Vosotros seréis en todo momento los principales responsables de cómo se formen los hijos.

No obstante, a la escuela, a los profesores, a los maestros, corresponde parte de esa tremenda responsabilidad en la educación de los hijos que, voluntaria y parcialmente se ha puesto en sus manos. Piense lo que piense el Gobierno, sean cuales fueren las ideas -políticas, religiosas, o de cualquier otra clase- que profesen los educadores, los padres son los que han de velar en todo momento por sus hijos y por su formación.

Y perdóname que recomiende que empieces por preocuparte por un extremo un tanto material: el colegio como espacio físico, en el que nuestro hijo va a pasar más tiempo que en su propia casa. Los padres no pueden permitir que en el colegio sucedan tantas cosas como, a veces, suceden.
– No se puede permitir que un alumno tenga que soportar frío o calor, porque las autoridades no resuelvan este tema.
– No es admisible el material escolar siga siendo el mismo que el siglo pasado. Hay que renovar el mobiliario.
– No tiene razón de ser que los pintores pasen por el colegio una vez o dos cada treinta años.
– No es razonable que los medios didácticos de una clase sigan siendo la pizarra y la tiza, aunque ¡hay que ver lo que han conseguido los buenos profesionales con estos rudimentarios materiales!
– Un Colegio no admite nada sucio. Los colegios y las escuelas pobres, muy pobres, siempre
pueden estar limpios, muy limpios, como los hogares. Podemos tener colegios muy pobres pero muy limpios.
– Que los colegios no sean grandes y suntuosos edificios con aspecto de cárcel por fuera y por
dentro.
– Os aseguro, profesores, que se puede conseguir que las mesas de los chiquillos estén limpias, si es
que os lo proponéis. Todo depende de lo aseados que seáis y de la importancia que deis a la limpieza.
Si no habéis logrado que los chicos sientan las cosas de la escuela como suyas, vuestro Centro no se parecerá nunca a un hogar.
Es cierto que he empezado el tema por la fachada, pero no os escudéis diciendo que tales cosas no tienen importancia, porque la tienen. Es una falta de orden, de decoro, de buen gusto. ¿Cuándo una escuela podrá considerarse como prolongación del hogar?

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