Pedro Hermosilla
Hay muchas veces, demasiadas, que la resolución de los problemas se les atraganta a los alumnos. Un método sencillo, pero no por ello menos efectivo, es instarles a enunciar problemas una vez dado el desarrollo de la solución.
El cerebro del niño (demasiado acostumbrado a realizar operaciones quilométricas que, no por necesarias…que lo son, acotan demasiado el sentido de lo que es la matemática en sí; a cambio de una vida más placentera del maestro que, con una pizarra llena de éstas, se asegura una plácida tarde. Mientras los niños se aburren como ostras calculando y odiando la asignatura) empieza a preguntarse y a resolver “qué quieren decir cada uno de los algoritmos (operaciones) y para qué se usan” . Y empieza a bullir dentro de sus cabecitas la verdadera belleza de esta asignatura basada en el equilibrio, el ajuste y la perfección.
El niño construye, ergo aprende. El niño participa activamente, ergo se motiva. El niño es el centro del proceso, ergo empieza a arrimarse emocionalmente a ese ogro malvado de los números.
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