PALABRAS, PALABRILLAS Y PALABROTAS

El viejo profesor

Palabras, palabrillas y palabrotas

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onfieso que desde muy temprana edad he tenido acceso a los periódicos y los he leído. La casa de mi infancia era mitad bar, mitad vivienda familiar. No se sabía a veces dónde terminaba uno o empezaba el otro. De igual modo que el niño de la casa se mezclaba en los corrillos de los clientes, metiendo las narices en ocasiones en dónde no debía, como que alguno de éstos se introducían en la cocina para olisquear el guiso del día. Con frecuencia solían pedir: “Mercedes, –a mi madre- :dile a Pedro, –a mi padre- que me ponga una tapa de estas migas…¡¡que tienen una pinta!! No resultaba raro que yo olisqueara también en el ABC, Arriba, El Caso, Dígame, El Ruedo, etc, etc… creándome una culturilla adicional y un hábito que ya nunca abandoné: el de la lectura de la prensa.

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Confieso que me gustaba el ABC, al que definían los mayores como monárquico, siempre sigilosamente,como si desvelaran un secreto inconfesable y exponiéndose a posibles represalias del Régimen. Yo no entendía mucho de los asuntos políticos, ni llegué a plantearme ningún problema. Me gustaba el formato, sus fotografías, las crónicas internacionales de aquellos famosos periodistas, que te informaban, te enseñaban y te hacían agradable la noticia. Las secciones de deporte y de toros constituían una delicia, sobre todo éstas últimas. ¡Quién de mi tiempo no recuerda a Don Antonio Díaz Cañabate!.

Más tarde me hice suscriptor, formando este periódico parte de mi bagaje cultural. Hoy, lo digo con pena, he dejado de comprarlo. Como dicen en mi pueblo: “Este no es mi Juan, que me lo han cambiao”

La tercera página de ABC constituía el mayor honor para un periodista, por el prestigio que representaba aparecer en ella. Sólo las mejores firmas se hacían acreedoras de publicar aquí. Todos los grandes escritores, filósofos, teólogos, políticos, etc, se disputaban este espacio. Pues bien, a lo que voy, que ya está bien de preámbulo… Uno de los agraciados,o más bien, de los que merecieron estar ahí, fue el profesor, escritor y académico de la Lengua – cuya Academia presidió durante largos años- Don Fernando Lázaro Carreter, personaje del que hemos aprendido varias generaciones de españoles. Sus “El dardo en la palabra”, que publicaba periódicamente en la Tercera de ABC, adquirieron tal fama e importancia, que han sido recogidos en sendos libros con el mismo título. Desde su publicación ocupan un lugar de honor en los estantes de mi biblioteca. Me voy a permitir, querido amigo, releérmelos e invitarte a que participes de mis reflexiones. Un abrazo.

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