EL ARTE DE ESCRIBIR
LAS CARTAS PRIVADAS
En las cartas privadas es casi obligatoria la sencillez, la naturalidad.
Una misiva engolada resulta insoportable. También es imperativa la sinceridad. Esa «conversación por escrito» que es la carta, exige desnudar el alma, abrir nuestros sentimientos al destinatario, decir todo lo que espontáneamente se viene a la pluma, sin miedo ni hipocresía. (El lector puede encontrar modelo de este tipo de cartas en los epistolarios de Santa Teresa, Quevedo, Lope de Vega, Jovellanos, Ganivet, Menéndez Pelayo, Valera y Alarcón).
En algunos manuales de Redacción se insertan ciertas normas para escribir cartas a parientes o amigos. Y ello, se dice, porque tales cartas «son las que más llenan las sacas de Correos»,
Nos parece excesivo el querer dar normas para este tipo de misivas. Baste consignar lo dicho más arriba al definir la carta como una conversación por escrito. En la epístola a un amigo o pariente conviene escribir como si se estuviera hablando con el destinatario. Y, para ello. es imperativo saber expresar – dar forma- a nuestro estado de ánimo y sentimientos.
Muy recomendable en estas cartas es no escribir nada inconveniente. Evítense las excusas falsas, por ejemplo: «… hace mucho tiempo, que pensaba escribirte, pero, si te digo la verdad, no he tenido tiempo material para ello» Mentira piadosa que no creerá el destinatario porque todos sabemos que, cuando de verdad se quiere escribir una carta, siempre se encuentran unos momentos libres para hacerlo.
Tampoco es muy diplomático justificar nuestra pereza diciendo: «Ya sabes, querido amigo, que, para mí, escribir es un verdadero martirio». Confesión ésta ofensiva, porque escribir a un verdadero amigo debe ser siempre tarea grata y porque equivale a pedir que se nos agradezca nuestro «sacrificio».
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