TENEMOS LAS AULAS LLENAS DE COBARDES

El Jamelgo

¿Cuántas y cuántas veces no hemos hecho cosas en el aula por el “qué dirán” superiores, compañeros, inspectores o padres?

Se supone, y eso lo dicen todos los proyectos educativos de los centros, que debemos inculcar al alumno el virus del espíritu crítico, de cuestionarse las normas y las formas, de salir de la zona de confort para, precisamente, engrandecerla… Pero no, nos agarramos al cinturón de seguridad de una programación, a todas luces copiada de una editorial que ni conoce a nuestros alumnos, y que en la mayoría de los casos ha olvidado el polvillo que deja la tiza en los dedos, para no arriesgar. Estamos haciendo precisamente lo contrario de lo que estamos comprometidos por honestidad laboral a realizar.

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No hay nada más tostón para un niño que pasarse cinco o seis horas al día con la cantinela de página nosécuántos ejercicios tal y cual, lean subrayen y copien, estudien los puntos  tres y cuatro…

¿Qué de malo hay en examinar a los chicos de la batalla de las Termópilas con un dibujo? ¿Qué de malo hay en que te expliquen la diferencia entre un volcán vesubiano y otro hawaiano con onomatopeyas? ¿Qué de malo hay en que lean tirados por el suelo si la temperatura lo permite? ¿Qué de malo hay en dar la clase de ciencias naturales en el patio o en el jardín rodeados de plantas, pájaros e insectos? El cerebro aprende a través de la emoción, ¡emocionemos!

Queremos cambiar la educación, ¡hagámoslo! En el cielo no entran los cobardes y como decía mi abuelita: ”Si dicen… que dizan”

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