Luis G. del Real
Se esconde la luna cobarde
tras nubes oscuras de noche;
las estrellas, que con nervio arden,
le susurran que ni te roce.
Que evite, su blanco, tocarte,
oculto antes de que sea tarde;
que el fuego en tus ojos brillantes
devora lo que halla delante.
Que no es enemiga temible
o rival que a ti te amenace,
que no se le ocurra retarte.
Que no intente ni compararse,
y sea a tu mirada invisible,
no sea que su trono le quites.
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