Pedro Hermosilla
Una de las armas que asegura definitivamente el éxito en la formación cultural y, por lo tanto, académica de un sujeto con dos patas es la lectura. Pero la lectura, como el jamón y el marisco, al principio se hace un poco difícil de tragar… pero al final engancha; la cosa es que hay que administrarla con templanza, sabiduría y partiendo desde la base de que cada chaval tiene su “tempo”.
No se puede obligar a un novillete a que le guste la lectura, ni nada. Eso de «Léete este libro porque lo ha mandado el maestro» lo respeto, pero no lo comparto en absoluto. Porque normalmente, o se trata de un libro recomendado por una editorial para hacer negocio y que se lee el maestro una vez y ya lo va mandando año tras año por simple y egoísta comodidad -sin tener en cuenta que el gusto de cada uno son como el trasero (que cada uno tiene el suyo) ; y que, lo que para unos es genial, para otro no deja de ser una tortura obligatoria. Con ello conseguiremos que ese chico no se acerque a un libro ni con un palo.-; o se trata de “grandes clásicos” maravillosamente escritos y fuente de placer literario para mentes entrenadas en el sagrado vicio lector. Pero difícilmente va a amar a la literatura un chaval de once años leyendo “El Conde Lucanor”, “Los Milagros de Nuestra Señora” o “El Buscón”. Háganlos amar la lectura y ellos solos desembocarán en los clásicos.
Los niños actúan por mimetismo (neuronas espejo), y si en casa y en el colegio se ven rodeados de libros y de gente leyendo, sin otros estímulos, acabarán cayendo en las redes del vicio más barato, maravilloso y a la vez más rentable de la humanidad.
Un niño que lee no tendrá problemas de expresión, ni de ortografía, ni de conexión, ni de abstracción, ni de puntuación, ni de memorización, ni de organización de aprendizajes, ni de aplicación de los mismos. Además aprenderá geografía, ciencias, artes, costumbres. Será capaz de empatizar mejor y tendrá una educación emocional mucho más consistente, más autocontrol, más capacidad de concentración…¿sigo?
Maestros del planeta, dejen que ellos escojan sus lecturas. Tengan en cuenta que ni siquiera el mismo libro trasmite las mismas sensaciones a una persona que a otra. Les estamos llenando las aulas de ordenadores y de pantallitas carísimas dentro de los colegios, y cuando salen siguen dándole a la pantallita con sus móviles y sus tablets. Las bibliotecas de aula cada vez están más vacías y las de casa cada vez son más escuetas. Merece la pena por lo menos intentarlo. No es una cuestión de número de lecturas sino de la calidad y del aprovechamiento de cada una de ellas.
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