EL ARTE DE ESCRIBIR
Mecanismo de la descripción.
En verdad no resulta muy académico hablar de «mecanismo de la descripción». Más justo sería decir «elementos» de la descripción. Pero la palabra mecanismo es más gráfica, indica más claramente lo que intentamos explicar: el proceso descriptivo, desde que surge la idea hasta que se realiza.
Verdad es que este mecanismo es una operación compleja, cuyas partes no pueden separarse como algo independiente las unas de las otras. En realidad, lo que vamos a hacer a continuación es una especie de disección artificial de un proceso espiritual complejo, cuyas operaciones casi siempre son simultáneas, o al menos sucesivas.
Hecha esta salvedad, veamos, separadamente, «al ralentí», el proceso descriptivo:
1.° El punto de vista. -·Describir algo no es agotar todas las facetas del objeto en cuestión. Nadie es omnisciente: ni lo sabemos todo, ni lo vemos todo. Cada cual ve un trozo de realidad. Cinco pintores, puestos ante un mismo paisaje, nos darán cinco cuadros diferentes, según su
personal «estimativa»: el uno acentuará el color, el otro destacará los primeros términos; éste fijará su atención en la neblinosa lejanía, aquél hará un paisaje realista y el de más allá realzará el juego de luces y sombras. En cambio, cinco máquinas fotográficas, ante el mismo objeto,
nos darán una imagen repetida del objeto, salvo casos de verdaderos artistas de la cámara.
Dice Albalat que la imaginación es una lente involuntaria, «a través de la cual la cosa vista no puede pasar sin transformarse, sin ser interpretada, sintetizada, agrandada o reducida, embellecida o afeada, comentada y presentada. El cerebro humano no es un aparato fotográfico y, aunque quisiera, no haría nunca fotografía».
Corolario. -Cuando describamos algo, hemos de prestar especial atención a nuestro personalísimo punto de vista. Nuestro modo de ver las cosas, siempre que seamos sinceros con nosotros mismos, nos dirá lo que debemos destacar y lo que es preciso abandonar.
2.° La observación previa. – Para conseguir que alguien vea lo que estamos describiendo, es preciso que, con anterioridad, nosotros lo hayamos visto bien. Dicho de otro modo: la observación es la condición previa de la descripción.
Pero observar es algo más que mirar. Observar es mirar fijándose en lo que se ve; es concentrar la atención, y la observación tiene también su pequeña técnica, su «intríngulis».
Para aprender a observar, recomendamos al escritor que intente describir algo: una calle, una casa, un paisaje cualquiera. Después, coteje lo escrito con lo descrito. Compruebe nuevamente la realidad que tiene ante sus ojos y la que trasladó al papel. Se dará cuenta entonces de los detalles -algunos fundamentales- que se le escaparon; o también percibirá otros detalles «sobrantes», no necesarios ni esenciales.
No se olvide tampoco que observar comprende el ejercicio de los cinco sentidos corporales: la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto. Así, describiré mejor -una manzana o una naranja, frutos que conozco totalmente, que otra cualquier fruta exótica, puesta ante mi vista, pero de la que me faltan las sensaciones gustativas olfativas o táctiles.
Lo expuesto anteriormente significa que nuestros dones naturales de observación pueden mejorar, ejercitándolos.
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