Pedro Hermosilla.
Para los que nos leen en el resto de España y en Latinoamérica. Esta madrugada, un grupo de valientes, bajaron voluntariamente a los infiernos. Ataviados con monos de cuero, con el cuerpo forrado y sellado con toallas húmedas, escafandra con rejilla en la cabeza; bajaron a visitar a Lucifer y salieron, una vez más, victoriosos del envite.
Una calle estrecha se corta y repartidos en cajones miles de kilos de pólvora son reventados por estos extraños seres. En medio de un estruendo perceptible en todo el pueblo, el sagrado humo reparte sus bendiciones sobre las cabezas de la los paterneros, un año más. Los vecinos, agradecidos, los vitorean desde cualquier rincón donde se vea, o se oiga, aun a riesgo de tener que pagar con quemaduras su homenaje (algún cohete malintencionado los busca de vez en cuando).
El centro del pueblo se convierte en un foco de luz explosiva y miles y miles de cohetes vagan a su libre albedrío, como locos. Entre ellos, y a muchos grados de temperatura en el ya de por sí caluroso mes de agosto, estos herederos de Prometeo se la juegan para rendir culto a su pasión: el fuego y la pólvora.
Pasado el rito (yo los vi anoche), vuelven a sus hogares con sus monos bajados hasta la cintura, las ropas que llevan debajo del cuero empapadas de sudor y gloria. El pueblo se arremolina en torno a ellos, para felicitarlos, para que les comenten las vivencias que sólo estos elegidos pueden relatar , para vitorearlos. Héroes por un día…y por un pueblo: Paterna.
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