Pedro Hermosilla
Uno de los grandes, e imperdonables, errores que tenemos los maestros es el “apriorismo”. Me explico:nos fiamos demasiado de los informes e historial académico de los alumnos confeccionados (con toda la buena fe, no lo dudo) durante los cursos académicos anteriores. Cometemos el mayúsculo error de confundir resultados con capacidades, lo que condiciona desgraciadamente nuestra percepción del potencial del alumno que siempre es mucho mayor que el que reflejan los datos de los resultados.
Esto es debido a que el proceso de aprendizaje intervienen muchos más factores de los que miden las evaluaciones. El maestro tiene muchísimo que ver a la hora de mejorar esos resultados y de motivar el aprendizaje -dependiendo de cómo encare la asignatura y a su alumnado-. Es decir, la medición definitiva ha de hacerse desde que ese maestro se hace cargo de un curso y una vez trascurrido un tiempo prudencial (pongamos una unidad didáctica). Pongo un ejemplo para intentar explicar mejor a lo que me refiero:
Ya en el siglo pasado, 1966, dos investigadores: Robert Rosenthal y Lenore Jacobson, se la colaron con todos los honores al conjunto del profesorado de una escuela primaria en los USA. Realizaron unas falsas pruebas de inteligencia al conjunto del alumnado y escogieron al azar a unos cuantos, les comunicaron a los profesores que esos alumnos habían sacado unos resultados extraordinarios y se largaron. Regresaron a los ochos meses y… “milagro”: todos esos polluelos habían mejorado sus resultados académicos de una manera muy notable, siendo ,según los informes escolares que manejaban, alumnos que hasta ese día nadaban en la mediocridad. ¿Qué ocurrió?
Pues muy sencillo, que los profesores mostraban mucha más confianza en esos niños lo que se tradujo en mayor autoestima para ellos; que les preguntaban más y más complejo (lo que les estimulaba el pensamiento); que les inducían a reflexionar y a conectar (debido a que eran, según los test; la leche en bote de listos); que los felicitaban; que había una comunicación no verbal amable y motivadora…etc.
Esa lección que nos dieron esos dos pollos (Robert Rosenthal y Lenore Jacobson) hay docentes que cincuenta años después todavía no la han aprendido. Ya va siendo hora.
En resumen y por no extenderme, las altas expectativas (siendo estas moderadas, que si no conducen a la frustración) mejoran siempre los resultados.
De nada.
Agregar comentario