Pedro Hermosilla
Los maestros, o muchos de nosotros – Dios nos perdone-, somos muy dados a decir: “Este niño es de 8, o de 4…o de 3”.Mal resumen que da directamente en la línea de flotación de los que debe ser el proceso de aprendizaje de un alumno; y de lo que es, o debiera ser, el concepto evaluativo. Contamos con la ventaja de que encima los padres se lo creen y lo aceptan:”Mi niño tiene un 3 en castellano, un 5 en matemáticas y un 8 en ciencias sociales…”.
Cierto es que es una manera de sintetizar las cosas y de rellenar papeles (unos de los cánceres de la educación: todos lo sabemos, ninguno protestamos). Pero se aleja de una visión realista, honesta y objetiva en lo que se refiere a las herramientas, capacidades y competencias que un niño ha adquirido, o no, en una unidad didáctica o en un periodo de tiempo más o menos establecido. Falla la base: estamos utilizando una escala numérica,- la misma que usamos para medir kilos de peras, litros de zumo y euros en la cartera- para medir un concepto que no lo es: el aprendizaje.
Mucha de la culpa de ello la tienen los controles o exámenes con los que solemos bombardearlos inmisericordemente. Planteados de manera errónea a medir los conceptos aprendidos memorísticamente o, en el mejor de los casos, mecánicamente; y no la utilización y la proyección de los mismos. Facilitando la corrección en una orgía de aciertos y errores, y su automática traslación a un número. Los niños, al recibir sus pruebas corregidas, lo primero que hacen es mirar el cuadrante superior derecho para encontrarse con su 6, su 3, o su 5; anulando toda la posibilidad de que se fijen en lo que saben hacer y en lo que no (que es para lo único que vale una evaluación, si queremos que sea efectiva: señalar y dar a conocer los aspectos en los que el alumno debe mejorar y, a través de ella, ponerse todos manos a la obra para que lo consiga). Los padres lo primero que preguntan es qué nota se ha sacado y ahí acaba la historia.
Las soluciones suelen ser sencillas y fácilmente aplicables: sólo hay que cambiar la mentalidad de lo que es una evaluación, de lo que significa aprender, y de lo que verdaderamente es fundamental o accesorio. ¿Cuándo empezamos?
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