EL RETOQUE

El retoque.
Terminado el trabajo, aún falta mucho para la obra definitiva. Salvo rarísimas excepciones, todo escrito ha de considerarse como un bosquejo que ha de ser revisado, corregido y … abreviado. Casi siempre se escribe un poco más de lo preciso. «Rara es la página literaria en la que, a la hora de la revisión, no sobra algo.
Este es el momento de procurar la palabra exacta, de recortar el estilo para darle concisión, de consultar el Diccionario en un caso de duda, de dar armonía al período …
¿ Termina aquí todo? Pregunta ésta de difícil respuesta. Escritores hay que dan a la imprenta sus escritos tal como surgieron «de primera mano», sin apenas retoque alguno; otros en cambio, vuelven una y otra vez sobre lo escrito en interminable trabajo de corrección.
Pero si mala es la excesiva confianza en sí mismo, no menos mala es la excesiva autocrítica. Las correcciones indefinidas, los retoques continuos pueden convertir una página inspirada en una obra seca, sin gracia. De estos escritos «archicorregidos» decía Quintiliano que estaban como llenos de cicatrices. Es preciso, afirmaba, «que la lima pula, pero que no gaste la obra».
En esta fase de la corrección y el retoque es recomendable leer en voz alta lo escrito. Buen procedimiento éste para sorprender, sobre todo, los defectos de armonía. Flaubert decía que una frase era buena cuando podía leerse en voz alta, por corresponder a «las necesidades de la respiración».
Finalmente, una última recomendación: déjese reposar lo escrito antes de proceder a su corrección y retoque. ¿Cuánto tiempo durará este reposo? Imposible dar reglas al respecto. Sólo podemos afirmar que lo suficiente y preciso para que, al releer el trabajo, exista ya una cierta distancia entre la obra y el autor: para que podamos releer lo nuestro como si lo hubiera escrito otro.

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