Pedro Hermosilla
Yo, que me empeño en que seas mi poema
y no hay palabras que rimen contigo;
huyen, como cobardes, los adjetivos,
conscientes de que no valen la pena.
No huelen a canela ni a jazmín
como huele tu ensortijada melena;
ni besan tan dulce como tú besas
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cuando tus labios se acuerdan de mí.
Mi idioma se convierte en mi enemigo
pues no me deja plasmar por escrito
el milagro ovalado de tu ombligo.
Ni sabe a cerezas como tu piel.
Siga pues, el lenguaje, su camino
pues yo, aunque mudo, te seré fiel.
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