Pedro Hermosilla.
¿A quién escuchan más nuestros cachorros? ¿Cuánto tiempo al día nos dedicamos a hablar con ellos? ¿Se trata de unas conversaciones pausadas, reflexivas, encaradas a la escucha y a la comprensión; o se trata de monosílabos ensordecidos por el ruido de las televisiones o de los videojuegos?
No nos engañemos, en la mayoría de los hogares españoles, los modelos a seguir no son el doctor Pedro Cavadas, ni el padre Ángel, ni siquiera JK Rowling; sino Belén Esteban, Paquirrín y los cerebros siliconados o, en su caso, atrofiados por las horas de gimnasio y los esteroides que exhiben su vacuidad por los distintos platós de las televisiones. Sin más valor que el acostarse con este o con esta y contar los detalles de alcoba y de bragueta. O quizá con el dudoso honor de saber pelearse bien ante las cámaras “que los quieren”.
Es por eso que nuestros pequeños humanoides nos necesitan más que nunca y necesitan cambiar hacia nosotros el foco de sus atenciones. El trabajo duro, la empatía, la solidaridad, el respeto, el amor hacia todos y todo, la templanza y la alegría, no los van a encontrar en la tele que ven. Así pues, se los hemos de mostrar nosotros; por lo menos que tengan otras referencias a las que acogerse; luego, por supuesto, que ellos elijan.
¿Cómo queremos ver a nuestros hijos dentro de diez años?: ¿Investigando curas de enfermedades?, ¿en un despacho?, ¿en una empresa trabajando honradamente?, ¿escribiendo?, ¿montando su propio negocio?…
…O enseñando las tetas en el Interviú y contando cómo se lo montaba con este o con aquella en “prime time”.
Hagan juego.
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