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MARCANDO UNA LÍNEA CLARA

Nando Pilgrim

@nandopilgrim

El sábado pasado Loquillo ofreció un concierto en el festival Noches al Castillo de Lorca. Uno más, a sus 57 años.

Y lleva toda la vida haciendo lo mismo y triunfando, a pesar de todo: de la revolución digital, de las canciones del verano, de los problemas internos de la banda.

No voy a hacer una crónica de aquel concierto, porque los ha tenido mejores y peores y porque no sabría quizá darle una opinión objetiva.

Aunque sí quisiera destacar algo que predomina en todos estos años en la carrera musical de José María Sanz. A pesar de que pueda caer mejor o peor, de sus opiniones políticas que no siempre son del gusto de todos y de como él mismo llegó a decir “ni soy el exponente del españolismo en Cataluña ni el del catalanismo en España”, levantando ampollas entre los que no estaban para nada de acuerdo.

Pero claro está que si la gente no lo etiqueta todo a su gusto es que no existe para ellos.

Loquillo es un vivo representante del triunfo de la fidelidad propia. De creer en lo que hace desde que tenía diecinueve años y eligió la música por delante del baloncesto cuando volvió del servicio militar, hasta hoy en día que sigue subiéndose a un escenario derrochando la energía necesaria para abastecer a sus fieles de su dosis de rock&roll.

Tiene mucho mérito poder llegar a lo más alto haciendo lo que uno quiere. No cambiar de estilo, ni venderse al mejor postor, ni hacer caso a las recomendaciones externas que sólo quieren sacar tajada del pastel.

No perder nunca la motivación por lo que se ama, defenderlo y aprovechar los recursos al máximo. No desfallecer ante las adversidades ni dejarnos vencer por la presión. Es una lección que cualquiera podemos aprender y aplicar en nuestro día a día.

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No es nada fácil, pero hay que ser constante. Porque ello nos lleva a disfrutar trabajando, ya hacemos lo que realmente nos gusta, y así se convierte en algo menos pesado y rutinario.

Conozco a mucha gente que deja de lado sus vocaciones para buscar un trabajo mejor remunerado. Está claro que hay que vivir y necesitamos trabajar, pero por ejemplo ¿cuántos maestros y profesores conocemos que se apuntaron a la docencia sólo por el sueldo y las vacaciones, y cuando se enfrentan a una realidad tan sacrificada no lo resisten?

Quizá serían más felices en otra profesión por la que sí sintieran una verdadera vocación además de desarrollar la plenitud de sus capacidades, aunque ello signifique ganar menos dinero.

 

“Dicen que me repito

de lo claro que hablo,

será que no me entrego

a las reglas del mercado.

Porque milito en la razón

del pensamiento ilustrado”

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