Noe Martínez
En el ranking de locuras previstas pero largamente dilatadas, la operación ‘Puesta de Bikini’ es, sin duda la prueba de fuego de una mamá que ya se había olvidado de lo que era exponerse al respetable. Pero hacerlo a calzón quitado, sin aderezo alguno, lejos de collares, de tacones coquetuelos, de cinturones que siempre dan una chispa, de foulares dotan de un qué sé yo de luz a una mirada que delata déficit de sueño desde la desamortización de Mendizábal. Lejos de cualquier cosa que te ayude a creerte del todo tu mentirijilla cómoda de que el tiempo sólo pasa, que no te atropella…
– ¿Qué pasaría si no vuelvo a ponerme al sol en mi vida…? – Haciendo acrobacias delante del espejo con mi bikini nuevo, me marco un Elsa Pataki (a saber: culo en pompa, brazos en jarras y cabeza twitteada. Toda yo soy un sacacorchos).
– Pues que te vas a quedar de color medusa – Mi maridito arguye, sin demasiada intención, porque sabe que malo si mucho, malo si poco…
– ¿Qué me quieres decir, que tengo el tono de una braga faja de convento…? – Replico, como si me pinchasen con una ballesta.
– De cuando se está rifando una entrada en tribuna para un lío c*jonudo, y yo llevo el número ganador…
Mi maridito se levanta, cierra la puerta de la habitación, y me deja a solas con mis cosas y mis cositas, porque sabe a ciencia cierta (la convivencia es un máster), que cuando me zumbo, me zumbo. De nada valdría que me dijese que soy delgada y fina como una sardina, porque yo, en la soledad de mi enajenación mental veraniega, asumiría que me está cantando sana, sana, culito de rana. Así que, allí estoy, en cueretes, probándome el bikini nuevo otra vez, y pensando en que al que inventó la braga alta, había que depilarle las ingles con mozzarela hirviendo de Telepizza (el centro de la tierra tiene magma más tibio, no me digáis…). Me miro en el espejo y pienso en lo mucho que me ha cambiado la vida y la orografía.
– A los veinte, no me hacía falta Push UP…
Y como si me hubiese metido en una cápsula del tiempo, me tele transporto a otro yo, a otro tiempo, a otra forma de existir, con cero responsabilidades, cero complejos, cero me voy a casa, que mañana es lunes y tengo que trabajar. Los veinte, más que una edad, es un estado de inconsciencia medio ambiental, en el que nada te preguntas porque, de lo que te gusta, está todo sabido. Sales, entras, duermes, no duermes, ríes, lloras por haber reído, bailas, hablas, vuelves a hablar, comes insalubridad pura y te sienta bien, amas como nunca y como probablemente no volverás a amar jamás. Te bebes la vida a sorbos como un pez globo y a dos carrillos, porque intuyes, y no sabes muy bien por qué, que la despreocupación tiene fecha de caducidad. Los veinte, ese estadío emocional en el que la puesta de bikini no era sino una ceremonia de iniciación, una inauguración estival, con su lacito de barrera, sus tijeras y su ‘americanos, os recibimos con alegría’, entonado a todo pulmón.
– A los veinte me quedaba bien un cuerno en la frente… – Sigo mirándome en el espejo, convencida de que tiene que haber otra forma de ir a la playa que no signifique ir de bicho palo por la vida – ¿Qué ha pasado con mi cadera y a mis lolaaaaas…?
Chi. De cuando aquella etapa juventud chisposa, mis carnes y mi contorno eran muy otros: yo era ‘yo y mi mitad’, porque las hormonas invitaban a living la vidorra madre. Toda yo, lozanía y redondez, entonces tan de arena, playa y Colajet, donde ahora hay siempre un tengo que meter por aquí, subir por allá, ajustar por acullá. Los embarazos se me han llevado mi condición de venus paleolítica, con sus buen par de éstas, que ser mujer tiene su encanto. Los embarazos se me han llevado casi todo lo que me sobraba para poder seguirle el ritmo mis niños, y de entre todo, ahí va un The very best :
1. SUEÑO. Acabo de leer que las jirafas duermen sólo una hora al día; permítanme tramite el cambio de especie humana a selvática, porque por fin encontré mi condición.
2. HAMBRE. Que si me pongo, como, pero si no como porque los niños tienen un ataque de ‘¿Hacemos una torre de fichas, hacemos una torre de fichas, hacemos una torre de fichas, hacemos una torre de fiiiiichaaaaaaas?’, pues lo mismo me lío y me da pereza manchar la cocina y ya, si eso, ceno antes de acostarme, después del turno de pises y mamá dame un besito.
3. COQUETERÍA. Siempre monina, pero haciendo oda al trampantojo: parece que sí, parece que no. El tiempo para maquillaje+peluquería+estilismo va en función del tiempo para mochilas+desayunos+uniformes+bus. Vivo en una operación exprés: mucho eyeliner, mucho colorete y mucho rouge de labios, que alegra, ilumina y da esplendor).
4. SENTIDO DEL RIDÍCULO. Manchas inesperadas en la falda, tatuajes de ranas con rotulador Carioca verde, paraguas de Spiderman para ir a una reunión, coches llenitos de gusanitos, de Chaskys, de pica –pica el día que tienes que recoger a tu jefe en el aeropuerto… Ese ridículo, espero visionen.
5. GEN NÓMADA. Que te dicen de irte de vacaciones, y piensas que más que hacer maletas, lo suyo y más descansado sería la casa de la peli de Up, con sus globos en el tejado, y a tomar viento.
6. LA NOCTURNIDAD Y LA ALEVOSÍA. Salir a cenar en pareja es casi un plan a largo plazo, como si me dicen que cuando me jubile me van a regalar un placa y un puro Cohiba, para que haga unas oes de humos, tan a lo Sarita Montiel que meto miedo. Que se pospone sine die lo de bailar por lo pegaíto, mamita, que es lo que tu quiere.
La maternidad se me ha llevado de todo, pero me ha dejado lo mejor, que es, sin duda, saber que dentro de aquel cuerpo de veinteañera curvilínea habitaba una vena súper mamá, ansiosa de conocer a mis niños locos, ruidosos, simpáticos y besucones. A esos niños que, cuando lo pienso, no acabo de creer los haya horneado en mis honduras, en esta barriga ahora blandita como un cojín de látex, que ya nunca será lo mismo, pero que mola mil pensar que fue solución habitacional de bebés en proceso montaje.
Y es entonces, cuando pienso que soy otra, que ya no hay bikini que me devuelva aquella mujer chiripitifláutica que fui, que en realidad no me importa un pito, sino dos. Dos pitos. Pasado el berrinche de verme fuera de lugar dentro de dos piezas de licra, he llegado a la conclusión de que no se ha hecho para mí esta prenda anfibia, porque su buen nombre indica que es un traje de baño, y yo, lo que es meterme en el agua, si no es calentita, con sales y mucho gel La Toja, ni mucho ni poco ni ná. Va a ser que la maternidad además dos tipos extraordinarios a los que amar hasta que explote como una piñata, me ha activado la habilidad para sentirme marquesa de Mozobamba del Pozo, con muy poco pero selecto. Cuando los placeres son siempre de corazón, los pequeños caprichos saben a niña mimada.
– Aun a riesgo de que pueda ser usado en mi contra, te diré que a mí me gustas más sin bikini… – El maridito asoma la cabeza por la puerta.
– ¿Cómo los plátanos sin monda…? – Replico, con risitas, tirándole una almohada para que cierre la puerta.
– El llamado nudismo frutariano debe ser eso… – Sentencia antes irse, tronchándose.
– ¡A la m*rda con esto! Con lo mona que estoy con el pareo, que parezco un anuncio de Viajes Pullmantur…
Lo dicho, muy sana mi NoeHabilidad, mi feel good por encima de todo: ¡soy la morena de mi copla! Ains…
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