Cobardía anónima

Susana Gisbert

No es la primera vez que me asomo a estas pantallas para hablar sobre las redes sociales y quienes usan de ellas para escupir su bilis. Ocurre cada vez que la actualidad da una oportunidad a su vileza y su mezquindad.

Pero para muchos ni siquiera hay que esperar a que pase algo más o menos relevante. Pasean su amargura cada día bajo el disfraz de un avatar más o menos ocurrente y un nombre de las mismas características. Y se creen con derecho a dar lecciones, repartir insultos o criticar sin conocer.

Ojo, no estoy haciendo una crítica de quienes no se identifican en las redes. O no de todos ellos. Hay quien usa un pseudónimo para reivindicar, hacer crítica social y difundir ideas, y utiliza su anonimato como un seguro de vida para expresar opiniones que no haría con su verdadera identidad. Es una opción válida y la respeto. Y ni siquiera es nada nuevo. La historia de la literatura está llena de escritores y escritoras que se han escondido bajo un pseudónimo por distintas razones. Especialmente, cuando de escritoras se trata, para ocultar su condición de mujer y evitar prejuicio respecto de su obra.

Aquí me refiero a otra cosa. A quienes se amparan en ese anonimato par criticar, escupir, vilipendiar y cuestionar a quien sí usa su verdadero nombre e identidad para decir lo que piensa. Dejando al vilipendiado en una posición de absoluta indefensión porque está en inferioridad de condiciones. Ni siquiera sabe si quien le está poniendo verde está a su mismo lado o a mil metros de distancia, si le conoce de toda la vida o si jamás le ha visto.

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No me gusta ese juego. Dice el refrán que no hay mejor desprecio que no hacer aprecio, pero a veces cuesta mucho sujetarse los dedos para no contestar, y quedarse quieta y callada. Y tampoco queda la opción de demandar o denunciar a quien utiliza esa vía para el insulto, el descrédito o el menosprecio, porque, por el contrario del vilipendiado, no tiene los arrestos suficientes para identificarse y dar la cara.

Así que señores, echando mano de nuevo del refranero, lo que dice Juan de Pedro dice más de Juan que de Pedro, Y añado yo que si Juan no es Juan sino el señor o la señora X, dice todavía más: que es un cobarde.

Y si no, siempre cabe acudir al dicho, que parece que no dijo Sancho a Don Quijote pero que viene al pelo. Ladran, luego cabalgamos. Y que no dejemos de hacerlo nunca.

@gisb_sus

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