Algo se mueve en el alma

Susana Gisbert

Han leído bien. No me he equivocado ni me ha jugado una mala pasada el corrector. No pretendía emular la famosa sevillana, ni hacer que nadie se vista de faralaes, que ya ha pasado la feria de abril. Aunque, por supuesto, cada cual puede vestirse como guste. Pero vengo observando hace un tiempo que algo está removiéndose en nuestra sociedad. Que, a pesar de todo, la gente está cansada, y está cansada de estar cansada y de esperar a que pase algo. Y, desde donde puede, reacciona.

Esto tampoco es nuevo. El espíritu del 15 M o movimientos como nuestra Primavera Valenciana ya nos anunciaban que, como Serrat, hartos ya de estar hartos ya nos cansamos. Pero es que hasta los estamentos más establecidos parece que se mueven.

En poco tiempo, hemos sido testigos del hecho de que los militantes del que tradicionalmente era uno de los dos partidos con más peso en nuestro país, votaban en contra de lo que su propio aparato apoyaba. Y hemos visto también cómo en un sector tan tradicionalmente inmovilista y viejuno como la Justicia, las cosas empezaban a moverse desde abajo, haciendo ceder los cimientos de quienes se consideran intocables, los representantes institucionales.

Tal vez sea un brindis al sol, y no se trate de otra cosa más que, como dicen algunos, hacer que todo cambie para no cambiar nada. Pero a mí estas cosas me deveuelven en cierto modo la esperanza. La esperanza de que, como dijo Galeano, mucha gente pequeña, haciendo cosas pequeñas, puedan lograr grandes cosas.

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Desde los foros de opinión, desde las redes sociales, desde los medios de comunicación o desde las reuniones institucionales, cualquiera puede hacer un pequeño gesto que, sumado a otros muchos, desencadene los cambios.

Y también es hora ya de que abandonemos los compartimentos estancos, y comprendamos que todos nos necesitamos. Que la justicia no es solo cosa de juristas, ni la sanidad de médicos, ni la educación de maestros, ni las obras públicas de ingenieros. Que todas estas cosas, y muchas otras, repercuten en la ciudadanía y por ello son de interés general.

Solo cuando todos empujemos del mismo lado de ese bien común llamado Estado conseguiremos que se mueva hacia delante. Y, aunque parezca ser una enorme ballena varada en la arena, de pronto, algo pasa y podemos exclamar como Galileo eso de “y, sin embrago, se mueve”. Y, por más que sesudos estudiosos digan ahora que jamás la pronunció, prefiero quedarme con la leyenda.

O decir aquello de “ladran, luego cabalgamos” que, aunque también hay quien dice que nunca la dijo Sancho a Don Quijote, viene al pelo.

@gisb_sus

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