Entretenimiento

Carita de buena

Y prepárate para el post parto, que lo peor es que tienes todo abierto, y la gente se te mete en casa a deshora, con ánimo quedarse a cenar…

Noe Martínez / LIVING LA VIDA MADRE

SUGERENCIA MUSICAL, ‘Carita de buena’, de Efecto Pasillo


– Ahora vas a saber lo que son responsabilidades… – Dice una.

– Pues no te creas que es lo que me más me asusta – Contesta otra, con una barriga maravillosa, a punto de hacer pop.

– ¿Ah, no? – Quiere sangre, está claro que asustar no le llega.

– No, lo único que me pesa es si sabré hacerlo feliz.

¡Yeeehaaa! Que suenen fanfarrias, tambores, maracas y tamboriles, porque de todas las respuestas, la que sale del corazón, siempre es la mejor. 08:30 de la mañana, parada del bus del cole, en la que, dada la hora, convivimos con madrugadores que van o vienen al instituto, al centro de salud o, quizá, toman un transporte para emprender el principio o el fin de algo. A veces vemos maletas; otras veces, mochilas; otras veces, carritos. Y esta vez, vemos una barriga oronda y molona, que diríase nueve mesina. Tanto abulta y tanto espacio necesita, que aunque hace un tiempo del infierno y la lluvia no da tregua, mi mayor y estamos a la intemperie, paraguas de Spiderman en ristre, esperando a que, cuesta abajo, aparezca Manolo, al volante del bus. La conversación ajena continúa…

– Yo, cuando nacieron mis hijos, lo primero que hice fue hacerme un seguro de vida, porque ya sabes… –

La chica que sentencia como si de su tintero hubiese salido el Génesis y otros libros modernos, habla con un tono de sobrada desconcertante, mitad eso no es nada, mitad te vas enterar.

– Mujer, yo ahora no puedo pensar en eso: primero, que venga bien, después ya, si eso, pienso en morirme yo… – La chica embarazadísima, se frota la barriga como si fuese la lámpara de Aladino.

– Esas cosas no se piensan, chata: te mueres cuando menos te lo esperas… – La sabionda ataca, sin remedio.

– Sí, sí, eso sí, pero casi mejor lo pienso la semana que viene, porque llevo todo el embarazo fastidiada de lumbares, me han dicho que la tranquilidad es todo… – La chica quiere zanjar la conversación; más diría, yo creo que lo que quiere, lo que ansía, lo que necesita es darle una patada en el hocico a la vaca parda que tiene delante.

– ¡Ándate con ojo con el stress, eh! Mi sobrino mayor es hiperactivo porque mi cuñada tuvo un embarazo de esos raros, en los que todo le afectaba: si llovía, porque llovía; si no llovía, porque no llovía; si el mundo era redondo, porque el mundo era redondooo…

No sé, que yo a la muchacha h*stiable no la conozco de nada, ni he coincidido en mi vida con ella en la marquesina, pero mientras Nicolás y yo tenemos la mirada enfilada en la carretera, ansiosos (yo más, que llego tarde a trabajar) porque llegue el Manolobús, tengo unas ganas toreras de darle un estocazo en todo el cogote, que ríete tú del difunto Palomo Linares. ¿Pero se puede ser más perversa? ¿En base a qué y con qué objetivo mete miedo a esta chica, a esa barriga feliz? Se me escapa un suspiro, largo como pitido de tren.

– Mamita, pareces un globo cuando se pincha… – Mi mayor me mira, porque aunque no entiende nada, sabe que algo me está sacado de quicio.

– Pues me encantaría parecer un remero del Volga, para dar remazos así, así, así y así…

Así, así, así y así, va acompañado de apoyo quinésico, que lejos de recordar a Jackie Chan, me da un aire a los Cantajuegos (también conocidos como P*tosCantajuegos, dependiendo de cuántas veces lo escuches al día, claroestá), haciendo la coreo de la taza, la tetera, la cuchara y el cucharón.

– ¡Ostrás, mami, que casi me das…! – Nicolás se ríe a boca suelta.

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– Pues el remo no iba para ti, te lo aseguro… – Lo abrazo, y nos quedamos uniditos, hechos una porra de azúcar, bajo el paraguas. Levanto la vista, y como tantas otras veces, pienso: al que planificó el estampado de este parapluie, que le den un premio. Desde esta perspectiva, bajo palio, parece que Spiderman está haciendo de cuerpo. En fin.

– Y prepárate para el post parto, que lo peor es que tienes todo abierto, y la gente se te mete en casa a deshora, con ánimo quedarse a cenar…

¿Pero se puede ser mala y remala? Vuelvo a suspirar, preguntándome en qué momento de la vida, estas dos muchachas habrán coincidido, si se habrán cogido afecto y las razones incompresibles que les ha llevado a mantenerlo. Hay gente que opta por la bilis y la mala milk como nueva halitosis: las embarazadas deberían salir de casa con tapones para los oídos.

– En mi casa lo dudo, porque ya le dije a Paco que eche el cerrojo y ponga el cartel de ‘Si el perro tiene mala hostia, espérate a ver la que tiene mi mujer’. Nos lo regalaron el día de la boda… – La mom-to-be se vuelve a acariciar la barriga, sin dejar de mirar si viene o no viene el bus. La conversación con aquella sátira la tiene tan jartita, que no las tengo todas conmigo de que no se suba en el bus del cole, diciendo aquello de ‘hágase a la idea de que se va a llamar Hugo y en dos años lo tiene aquí, pintando en los asientos y comiendo pipas. Gracias’.

– A mí en mi boda me regalaron un chisme súper útil para recuperar el suelo pélvico: se parecen a unas bolas chinas de esas, ¿no sabes?

¡Hep! Nada que oigo bolas chinas, le tapo las orejas a Nicolás, que se resiste a que le haga un sándwich con la cabeza. Sea lo que sea en lo que va a devenir esta conversación, nosotros no debemos estar allí. Bueno, a decir verdad, la que no debería estar es la torda-atormenta-mamás, pero la marquesina es del ayuntamiento. Si fuese mía, ¡a censar moscas a Valverde de Burguillos, monina!

– ¡Oye, que así no oigo, mami…! – Protesta mi mayor, intentado zafarse de mis zarpas.

– Eso es: objetivo conseguido…- Miro de soslayo a la futura mamá y a su castigadora conocido, dejando claro que hay menores presentes, cuidadito con lo que se habla.

– Yo de eso, de lo que dices, de la bolas y la China y tal… – La chica embaraza me mira, con cierta ternura, pero prosigue en su intento de disfrazar la conversación – nada, porque con mi Paco tengo bastante.

– ¡Hombre si tienes, a la vista está…! – La malvada ataca de nuevo, señalando la barrigola de su interlocutora.

– Y tanto que está a la vista, casi tanto como que tu marido te la estaba pegando con tu mejor amiga, y a ti parecían picarte los ojitos… – Silencio. Arquea cejas, encoje hombros, acaricia barriga, suspira – ¡Uy, ahí viene el bus!

Y en un amén Jesús, la chica de carita de buena y su embarazo se suben al autobús, sin mirar hacia atrás, feliz y complacida de haber dejado atrás un acoso tan mañanero como indebido. Miro hacia atrás y, la que hace unos segundos me recordaba a un chinche con subida de azúcar, ahora me tiene un aire a perrito abandonado. En aras de que además de abandonado, no se sintiese mojado, le hago un mohín para que se aparte, porque está en el punto de mira para lo inexorable…

– ¡H*stiap*ta, y no va el muy j*dido y me moja…!

Cuando el bus arranca, levanta una ola de agua que ríete tú de unTsunami; y como eso del Karma es cosa linda, fuele a parar en todo el jeto, en todo el cuerpo serrano (otrora amado por el que se fue con su mejor amiga). Calada hasta el ya te dije, raja hasta en esperanto.

– Mamita, esa chica tiene boca de infierno y súper mega ultra negra: ¿no le dices nada…? – Se ríe con picardía, porque la estampa no es para menos.

– No hace falta, cieliño. La vida la ha puesto en su sitio. Donde las dan… – Apunto a modo de letanía.

– Las toman, pero bien fritas… – Apostilla Nicolás, con un pie en la escalerilla del Manolobús.

Al albor de los hechos, y basándome en experiencia propia, estoy en disposición de asegurar que las embarazas tiene inoculado el suerito de la verdad, así que, ojocuidadito con lo que no se quiera oír, chatos, porque hacen centro en la diana. Eso de ‘yo, es que soy muy sincera’, el nuevo Mindfullnes de las gestantes 2.0, oigan… ☺

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