Susana Gisbert
Acabamos de celebrar un año mas el día de la madre. Quien más y quien menos, ha corrido a una pastelería, una floristería, un centro comercial abierto o cualquier otra tienda para cubrir el trámite de no ir a mamá con las manos vacías. Y hemos hecho otro tanto en redes sociales, con mensajes destinados a nuestras madres, presentes o ya ausentes. Y yo no podía ser una excepción. También hice todo eso.
Pero, después de leer sobre el origen del Día de la madre, una proclama entonces revolucionaria que hizo en 1870 la escritora Julia Ward me dio por pensar. Un ejercicio que también las madres hacemos, faltaría más.
Lo primero, que este día no lo inventó un centro comercial, por más que haya quien lo crea. No deja de ser curioso que se conoce el origen del día de la mujer, del de la Violencia de Género, del 9 de Octubre o del Día del Trabajo, y pasamos por alto este día. Y nos comportamos como si efectivamente lo hubiera lo hubiera creado un centro comercial y respondemos en consecuencia, corriendo a comprar. Y ojo, no quiero decir con esto que no me gustan los regalos, no vayan a leerlo mis hijas y tomen nota para el año próximo. De eso nada. Me encantan los regalos. Con cualquier excusa, y ésta es de las mejores.
Pero me da pena que el día de la madre solo sea uno, y lo olvidemos el resto de días del año. Podríamos pensar en ser buenos hijos o hijas sin que nos lo ordenara el calendario. Y además, siempre recuerdo este día viendo a mi madre trabajando más que nunca para que comiéramos estupendamente. O sea, más trabajo. Y también recuerdo las sugerencias de regalos de electrodomésticos que, aunque cada día se ven menos, todavía siguen. Confieso que desde el día en que me dieron el carnet de madre advertí que si recibía una batidora o una plancha como regalo, sería convenientemente arrojada a la cara del obsequiante sin contemplaciones. Que se lo regalen a la casa en su día, si es que existe.
Y es que, que yo sepa, no hay día del hijo o de la hija. Deben ser el resto de los 365 del año, con los cual la balanza queda francamente desequilibrada, hasta el punto incluso quienes somos de letras podemos apreciarlo. Y por eso, el resto del año nos comportamos de un modo egosísta y hasta tirano con nuestras madres. Mientras somos pequeños, dándoles las preocupaciones que podríamos evitarles, el trabajo extra que les ahorraríamos con un poco de colaboración, y lo que creíamos que era rebeldía y a veces se traducía en displicencia y malos modos. Cuando crecemos, olvidando visitarlas, obsequiarlas y mimarlas como se merecen.
Yo soy madre y soy hija. Y puedo ver, como muchas, las dos caras de la moneda. Pero no olvido que pertenezco a una generación en la que ser madre abnegada se interpretaba en sentido literal. Creo que nunca podré dar a mis hijas todo los que mi madre me dio y, afortunadamente, me sigue dando.
Así que ahí dejo mi propósito. Que el año que viene celebremos el día de la madre como uno de los 365 días de la madre del año. Aunque ese día le hagamos un regalo más gordo, que lo cortés no quita lo valiente.
@gisb_sus
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