Susana Gisbert
Quienes dedicamos parte de nuestra vida a juntar letras, o a leer esas letras juntadas, estamos viviendo un mes intenso. El Día del libro, las ferias en los diversos puntos de nuestra geografía, y un montón de eventos alrededor de esas cajas mágicas llamadas libros.
Presentaciones, talleres, cuentacuentos, lecturas, mesas redondas, firmas de autores y cualquier otro evento son una excusa estupenda para pasearnos entre portadas que nos están llamando pidiendo a gritos que las abramos. Pocas cosas hay como el olor del papel de un libro nuevecito, esperando que nos sumerjamos en él.
Y ojo, que hoy no lo tienen fácil los pobres libros. Les sale competencia a diestro y siniestro, unido a la cultura de lo instantáneo. Y ahí se quedan, con todo un mundo para regalarnos en su interior, esperando a que entremos en él.
Estos días, como toda juntaletras que se precie, he transitado por dentro y por fuera de las casetas de la feria del libro. Y me lo he pasado bomba. Y no es más que un anticipo de lo que me espera al llegar a casa donde, en momento mantita y sofá –con café y copa opcional-, destaparé ese regalo que me prometía la portada.
Por supuesto, como todo regalo, los hay que gustan más y menos. Los que superan las expectativas de una portada que atrajo nuestra atención, y los que no lo hacen. Pero siempre vale la pena comprobarlo. A nadie se le ocurriría dejar un regalo sin desenvolver, sin llegar a saber nunca que había dentro del papel de regalo.
Pues probémoslo. No duele. Aunque sí tiene contraindicaciones, no voy a ocultarlo. Leer perjudica seriamente la ignorancia. Es una eficaz vacuna contra el desconocimiento, que siempre es la raíz de la intolerancia. Quizás deberían advertirlo como hacen en las cajetillas de tabaco. O añadir un prospecto con los efectos secundarios, ya que puede causar uno muy serio: la adicción a pensar. Pero que en ningún caso hagan como con las bebidas alcohólicas. Nada de recomendar el consumo moderado, no vaya a ser que alguien se lo tome al pie de la letra.
Y la próxima vez que vean un estante lleno de libros, no pasen de largo. Seguro que alguno de ellos le está llamando sin saberlo, esperando que desenvuelva el regalo que guarda en su interior.
Hay miles de libros esperando lectores. ¿Los vamos a dejar huérfanos?
Agregar comentario