Pedro Hermosilla / MALDITAS, BENDITAS PALABRAS
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Me puse cursi y le dije
que moriría por ella cuando ella eligiera.
La carcajada rebotó en sus camisas
perfumadas que colgaban
en la madera carcomida de una percha.
Me gritó que me vistiera.
Me gritó que me marchara.
Mis pies buscaron asilo en mis zapatos.
Guardé su última mirada
como una postal gastada
en el socavón del bolsillo
apolillado de mi chaqueta.
Ni siquiera respondí al “Adiós”
que chirriante pronunciaron ,
como un coro,
las bisagras de su puerta.
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