Ancio, Bancio, Cancio, Dancio, Encio y Furcio

Vicente Torres

Los hay que disfrutan cuando preparan una vileza y luego, cuando la llevan a cabo todavía más, pensando en el daño que le han hecho a alguien o en lo que lo han podido molestar. Poco les importa que con ello hayan pasado a la categoría de bellacos, o quizá ya lo estaban de antes y se habían dado cuenta de que no produce fiebre ni duele.

No son pocos los que no creen en Dios, pero sí en la impunidad, quizá habría que escribir esa palabra en mayúscula, dado el gran número de devotos que tiene.

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Pero lamento decepcionalos, puesto que cabe la posibilidad de que Dios exista, aunque también puede que no, pero la impunidad no.

Cuando alguien entra en la categoría de bellaco, o canalla, que lo mismo da, y lo hace de forma consciente y repetida, es decir, no se arrepiente de las maldades que haya podido hacer, sino que disfruta con ellas, pierde la capacidad de ser feliz, porque para poder intentar serlo ha de ser primero buena persona. Si uno pierde la sensibilidad que permite entender la felicidad difícilmente podrá intentar alcanzarla.

Teniendo en cuenta que la búsqueda de la felicidad es la meta humana por excelencia y que aunque sea imposible de alcanzar es indispensable poder tenerla como meta o aspiración. De donde se deduce que quienes se han apartado del camino que lleva a hasta ella necesariamente han de sentirse frustrados y esta frustración les confiere una furia destructiva que les lleva a buscar continuamente víctimas con las que poder ensañarse de la forma que creen que es impune; víctimas con pocas posibilidades de defenderse, a las previamente colocan una etiqueta o sambenito, para cosificarlas, para que sus actos malvados les parezcan adecuados. Ciegos de furia y rabia contra sí mismos, tratan de desviar estos sentimientos hacia otros.

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