Antonio Gil-Terrón
Hace un par de días publiqué un artículo (que hasta la fecha ha sido compartido en 83 muros de FB) sobre la reciente donación por parte del empresario gallego Amancio Ortega, de 320 millones de euros a los hospitales españoles, para que renueven sus aparatos para el tratamiento del cáncer, así como de la rabia que dicha noticia había provocado en los “don nadie” que intentan a duras penas sacar «pechito» entre la chusma mediática de las “minorías chillonas, en las que se insultaba a destajo al mencionado empresario, acusándolo de paripé mediático, de lavado de imagen, y hasta de donación innecesaria porque a la sanidad pública le sobran medios y está a la última; todo ello, amén de acusarlo de todo menos del asesinato de Kennedy, y ello porque no se les ha ocurrido, que todo se andará.
Pues bien, si hoy vuelvo a la carga es porque entre los numerosos comentarios publicados a raíz de mi escrito, hay uno en especial que considero muy significativo y revelador, al ser un testimonio de primera mano.
Voy a obviar el nombre de la persona, a pesar que la misma no lo ha ocultado a la hora de escribir en mi muro lo siguiente:
«Buenas noches. Hablo como paciente de la unidad de cáncer de mama del Hula, hospital del sergas de Lugo. El año pasado cuando acudí a la revisión, la resonancia me la hicieron con un aparato última generación donado por el señor Ortega. No puedo tener más que palabras de agradecimiento. Hasta este año teníamos que ir a radiarnos a La Coruña mínimo tres meses 200 km 5 días a la semana. Este año ya comenzaron a recibir los tratamientos de radiación en Lugo Eso supone evitar 14.400 Km de desplazamiento en tres meses. Solo puedo estar muy agradecida.»
Que Dios perdone a todos los boca chanclas que, sin irles ni venirles, se han dedicado a poner verde a Amancio Ortega. Que Dios les perdone, porque la verdad es que a mí me está costando mucho esfuerzo el hacerlo.
Tal vez mañana.
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