Desunión Europea

Susana Gisbert

Veo en los informativos las fotografías de los actos de celebración del sexagésimo aniversario de la Unión Europea, y me invade una sensación extraña. Y contradictoria.

Por un lado, ahí están todos esos señores –y alguna señora- poniendo cara de interesantes y de tenerlo todo en orden mientras el chiringuito se les desmonta ante sus narices. Por otro, esa reunión con el Papa donde dice con buen tino que hace falta acercarse a la sociedad, aunque resulta difícil creer en un mimetismo social viendo la foto de una jerarquía eclesiástica cuyo atuendo y cuya composición exclusivamente masculina poco tiene que ver con la realidad social.

Recuerdo que cuando era niña, lo de pertenecer al entonces llamado Mercado Común nos lo vendían como la panacea. Por fin íbamos a ser europeos en algo más que el festival de Eurovisión y su famoso “one point”. Y, cuando por fin entramos en aquel ansiado club, nos lo siguieron vendiendo como lo más de lo más. Y así debería haber sido.

Lo bien cierto es que la idea era buena. Y como idea sigue siéndolo. Ya dice el refrán eso de que la unión hace la fuerza y en estos casos más cierto que nunca. Pero también dice el refranero que del dicho al hecho hay un buen trecho, y en ello andamos. Y renqueando además.

Se nos acaba de largar dando un portazo uno de los miembros más poderosos, y en muchos otros sitios también se cuestionan lo del europeísmo. Por no hablar de los valores que se supone que nos unían, cuestionados por movimientos que están tan lejos de la solidaridad entre los pueblos y las regiones como la galaxia más lejana.

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Y, para contrarestar, en lugar de acuerdos que fomenten ese espíritu, ese pacto sobre refugiados que todavía sonroja a quien lo lee.

Y es que, echando la vista atrás, parece que nunca nos lo creímos del todo. Que la cosa del dinero se quedó en lo esencial, pero el resto, como que no. Ya ni las fronteras abiertas, visto lo visto. E importa poco lo que se hable en el Parlamento Europeo o lo que se decida en el Tribunal de Justicia, salvo cuando nos pegan un varapalo que influye directamente en nuestra economía o cuando algún europarlamantario se viene arriba y dice inconveniencias inaceptables. Por emplear un eufemismo, por supuesto.

Por eso las elecciones europeas importaban tan poco, y sus resultados no podían extrapolarse a lo que ocurriera en otros ámbitos.

Seremos europeos, desde luego. La geografía es incontestable. Pero lo de Unión nos queda un poco grande. Y también un poco lejos. Y no se puede negar que mucha gente tiene la impresión que no hacen otra cosa que tocarnos las narices diciendo que nos apretemos el cinturón, que seamos austeros, sin ver ningún resultado a cambio. U otro que no sea que el dichoso cinturón, a base de apretarlo, se nos ha quedado sin agujeros.

Así que, mientras posan para esa foto, se lo deberían hacer mirar. Antes de que sea tarde, y acabemos siendo la Desunión Europea.

@gisb_sus

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