Antonio Gil-Terrón
En mis escritos suelo hacer referencia a los valores y principios cristianos sobre los que se ha construido la Civilización Occidental, la nuestra (o por lo menos la mía), sin haber entrado nunca a explicar en qué consisten esos valores y principios, al dar por sentado que todos han leído el Evangelio. Craso error que hoy voy a intentar enmendar.
Para empezar diré que nuestra Civilización Occidental, o lo que queda de ella, heredera de los antiguos reinos de la cristiandad, y construida desde hace más de mil años sobre los valores y principios predicados por Jesucristo, no debe de ser muy mala a la vista del número de personas que procedentes de otras culturas, se juegan hasta la vida, por llegar a vivir aquí, cosa que al revés no sucede ni por casualidad. De hecho, a aquellos que por las razones legales que sean, no son admitidos, y son devueltos a sus culturas de origen, casi hay que sacarlos a rastras.
En fin, no voy a extenderme más porque creo he sido bastante claro; tan solo hacer una breve referencia, por aquello de que una imagen vale más que mil palabras, a la fotografía que ilustra y ha provocado mi escrito de hoy.
Una fotografía de corte costumbrista, de una escena bastante típica hoy en las ciudades de la vieja Europa, que representa a la perfección la parábola del buen samaritano y los valores de fraternidad predicados por Jesucristo hace casi dos mil años; valores y principios cristianos, que por mucho que a algunos no les guste su nombre, es una realidad que ahí está.
No solo el euro nos une, sino también la manera cristiana de vivir y actuar.
No somos perfectos, y libres somos de renegar de nuestra Historia, pero no por ello la vamos a poder cambiar; y nuestros principios, gusten o no, ahí están, si no en la política de nuestros gobiernos, sí en nuestro estilo ciudadano de sentir y actuar con espíritu de fraternidad universal, respetando la libertad de creencias de los demás.
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