Un cerdo con coletas

Vicente Torres

Nunca había imaginado que vería un cerdo con coletas y no soy el único, puesto que tampoco George Orwell, en su ‘Rebelión en la granja’, lo llegó a vislumbrar.

Un cerdo puede elegir una cerda, y luego otra, y más adelante otra. Un cerdo cambia de cerda sin despeinarse, por más que las coletas puedan agitarse más o menos con cada cambio. Un cerdo siempre es un cerdo. Hay un dicho popular que dice: haces más daño que un puerco suelto, porque al cerdo se le conoce con muchos nombres: puerco, gorrino, marrano, guarro, cocho, cochino, cuino, chancho, cochino, verraco, gorrino, etc.

En la novela de Orwell, Manor era el cerdo Mayor. El señor Jones no era un cerdo, de modo que tenía los días contados.

El cerdo Napoleón supo esconder sus aviesas intenciones al cerdo Bola de Nieve, del que se sirvió hasta que dejó de serle útil.

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Bola de Nieve tuvo que escapar de los perros de Napoleón, de cuyos escraches no se habría podido librar ni siquiera Borges, si hubiera coincidido en el tiempo y el espacio con estos cerdos y estos perros.

Por cierto, es curioso que se haya respetado la ch y los escraches no hayan pasado a ser escratxes.

El cerdo de las coletas se siente el macho man, porque dispone de un equipo de perros debidamente aleccionado y adiestrado para acorralar al más pintado, de modo que se siente capaz de dictar su ley. Al cerdo Bola de Nieve le quedan cuatro días.

El cerdo Chillón disfruta de lo lindo, porque ha ido a Francia, y el caballo Bóxer no se baja del burro, por más intentos que haya por abrirle los ojos.

Las ovejas y las gallinas repiten, todas a una, los eslóganes que les dictan el cerdo de las coletas o su cerda favorita, la que toque en el momento. Por ejemplo: ¡Coletas unidas, jamás serán vencidas!

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