Tirarse a la piscina

Susana Gisbert

Dicen que todo el mundo lleva un entrenador de fútbol dentro. No es mi caso, pero sí es cierto que en cualquier tertulia futbolística, sea pública o de café, cualquiera opina sobre lo que debía –y sobre todo, sobre lo que no debía- haber hecho el entrenador de marras para ganar el partido. A toro pasado, por supuesto, aunque también hay muchos que se atreven a hacerlo por anticipado. Pero, por lo que vengo viendo, no solo llevamos un entrenador de fútbol. También todo el mundo lleva un juez o una jueza en su interior. De esos que sacan el mazo y sientan cátedra.

Llevamos unos días con una crónica judicial hipertrófica. Mezclada, cómo no, con la crónica política, bien sea por la condición de los implicados o por el contenido de las resoluciones. Y no podría ser de otra manera. En poco tiempo, una de las sentencias más esperadas de todos los tiempos y, como aperitivo, varias resoluciones relativas a los frecuentes casos de corrupción que andan vagando por nuestros juzgados y tribunales. Y alguna que otra cosilla más. Que estamos que lo tiramos.

No seré yo quien niegue el derecho a opinar de todo el mundo. Faltaría más. Las resoluciones judiciales no solo son públicas sino que son de interés público y pueden ser comentadas y criticadas. Lo que sí me llama la atención es el quién y el cómo. Y, especialmente, cómo algunos medios que se tildan de serios, dan pábulo a determinadas intervenciones.

Estoy segura que si me dieran un euro por cada comentarista, profesional o amateur, que no se ha leído la sentencia completa, a buen seguro me haría rica. Y si me dieran otro más por cada quien que opina sin tener ni pajolera idea de las actuaciones, podría llegar a hacerme millonaria. Y hay que tener cuidado. Ya se sabe que una mentira repetida muchas veces, pude llegar a verse como una verdad incontestable. Y en estos asuntos se crea un estado de opinión que luego es difícil de rebatir.

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No seré yo quien me tire a la piscina de opinar sin conocimiento, además de que no deba hacerlo aunque lo tuviera. Pero se me ponen los pelos como escarpias cuando escucho o leo determinados ejercicios de adivinación acerca de si se va a recurrir tal o cual cosa, y cuál es la decisión que se va a tomar en ese caso. Y además de ponérseme como escarpias, se me tiñen de verde cuando veo sentar cátedra a personas con unos conocimientos de Derecho bastante limitados.

Pero como tampoco se trata de poner a todo el mundo como hoja de perejil, también haré constar mi admiración por quienes, desde el conocimiento y el estudio, emiten opiniones dignas de tener en cuenta, nos gusten o no. Porque a veces está bien tirarse a la piscina, pero una vez comprobado que hay agua.

Así que cuidado. Y responsabilidad. Los medios de comunicación tienen tal fuerza que son capaces de hacernos creer que los burros vuelan. Y a nosotros corresponde separar el heno de la paja, y no creer cualquier cosa que se diga solo porque salga en televisión.

Pensémoslo la próxima vez que veamos un burro volando. Sobre todo, si nos invita a tirarnos a la piscina.

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