Goya se pone tacones

Susana Gisbert

Ceremonia de los Premios Goya. Eso que llaman, como un latiguillo, “cita obligada del cine español”, y que a veces no lo es tanto. Lo de “cita obligada”, claro, que lo de cine español está fuera de toda duda.

Un espectáculo entretenido para quienes no tienen otra cosa qué hacer un sábado por la noche, o prefieren no tenerlo. Y a veces más acertada y a veces menos, según gustos. Y aunque reconozco que a mí me gusta ver estos saraos, también confieso que los miro con más expectación desde aquel famoso “no a la guerra”. Me parece fantástico que los protagonistas de nuestro cine aprovechen ese escaparate para hacer ante toda España las reivindicaciones que crean justas. Mucho más visibles con el cabezón en la mano y la lentejuela puesta que respondiendo a una sesuda entrevista desde su sofá.

Y confieso también que ésta me gustó especialmente. Que se aproveche un evento de estas características para reivindicar el papel de las mujeres llegó a emocionarme. Porque va mucho más allá de pedir más presencia, mejores papeles y el fin de la brecha salarial en el cine. Se trata de pedirla para toda una sociedad que tiene que seguir peleando día a día por ser cada vez más iguales.

Ver a Dani Rovira calzado con tacones rojos reclamando espacio para las mujeres, a Cuca Escribano exhibiendo orgullosa su chal reinvindicativo o escuchar el discurso de la premiada Ana Belén preguntándose por qué las mujeres seguimos en franca desigualdad en un mundo que se suponía más abierto para nosotras que muchos otros, fue una verdadera gozada. Que lo sería más, desde luego, si fructificara en medidas para que esa igualdad fuera efectiva. Pero nos queda mucho camino. Y es magnífico que éste también se haga desde las alfombras rojas. Ojalá cunda el ejemplo.

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Y no fue la única reivindicación justa. Muchos también manifestaron su repulsa por la falta de reconocimiento de arte y artistas. Porque es indignante el dato de que sólo el ocho por ciento de los actores y actrices puedan vivir de su trabajo. Dato que es extrapolable a cualquier otra faceta, como la danza, la literatura, las artes plásticas y cualquier otra. Personas preparadísimas que se han de resignar a que su preparación y su vocación se queden en lo que muchos consideran un mero hobby. Siempre recuerdo lo que hace tiempo me contaba alguien que se dedicaba a la danza. Cuando le preguntaban cuál era su oficio y decía que era bailarín, siempre había alguien que respondía “ya, pero ¿de qué trabajas?”

Y es que un mundo donde la cultura se considera un trabajo de segunda clase, y donde las mujeres se tratan como ciudadanas de segunda clase, nunca puede ser un mundo justo. Y es fantástico que se utilice el escaparate de una gala como ésta para hacerlo ver.

Gracias a quienes desde la alfombra roja, desde el escenario o entre bambalinas nos mostraron que ser cada vez más iguales es tarea de todas las personas. Gracias también a quienes desde los medios de comunicación o las redes sociales dieron difusión, apoyo y soporte a esa lucha. Que no tiene que ser más que el principio de una acción continua.

Y yo, mientras, muero por tener un chal igual. Caprichosa que es una. O no.

@gisb_sus

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