Opinión

Vómito azul

Susana Gisbert

Ha vuelto a pasar. De nuevo la Parca se ceba sobre alguien y surgen los desalmados como caracoles tras la lluvia para ejercer como los peores buitres posibles.

Esta vez fue Bimba Bosé. Una mujer de solo 41 años que se nos iba después de afrontar una cruel enfermedad. Y, cual carroñeros, aparecen quienes usan las redes sociales para vomitar su bilis. Y en lugar de ejercitar la más mínima solidaridad humana consistente en hacer mutis por el foro, se ensañan con ella y con su ya lastimada familia en un alarde de los sentimientos más bajos y ruines que cabe imaginar. Un verdadero festival de intolerancia y homofobia con toda la crueldad posible. Por el único pecado de vivir con una libertad que ellos nunca tendrán porque viven esclavos de su odio.

Ya lo hemos visto más veces. El repulsivo vómito azul corrió cual barra libre cuando el muerto fue un torero, también joven y en plenitud de facultades, escudándose en un falso amor por los animales. Y digo falso porque nadie que ame a los animales es capaz de odiar de ese modo a cualquier persona, por más que deteste su profesión.

O cuando era asesinada la presidenta de la Diputación de León, a cuya estela no faltaron desalmados montando ejecuciones imaginarias donde mandaban al paredón a quienes se les antojaba y se regocijaban del deceso.

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Pero quizás el ejemplo de crueldad extrema más espeluznante fue en el caso del niño enfermo que deseaba ser torero, mientras una horda de indeseables decían desear su muerte. Repugnante, cruel e inhumano, más aún tratándose de un niño.

Es una verdadera lástima que utilicen las redes sociales, que tantos beneficios pueden reportar, como escenario de su odio y de los peores instintos. Es propio de seres despreciables que tienen una piedra en el lugar donde debería estar el alma. Esa alma que, para Aristóteles, era la esencia del ser humano.

No se trata de entrar en disquisiciones jurídicas acerca de si es delito o no, ni de cuáles son los límites de la libertad de expresión. Eso no pone ni quita nada a la catadura moral de estos sujetos. Se trata de una infracción de las más mínimas reglas que convierten en seres humanos a meros animales racionales. O irracionales, en este caso.

No puedo sentir más que lástima por quienes así ensucian un bien tan precioso como la libertad de expresión. Pero tampoco les deseo ningún mal. Seguro que cualquier día se ahogarán en su propio vómito.

@gisb_sus

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