Y en tus labios una mentira

Antonio Gil-Terrón

Era llegada la hora y francamente no le importaba; de hecho deseaba emprender el viaje lo antes posible. Ya no podía disimular más su sufrimiento. Y es que las últimas horas se habían convertido en una lastimosa tragicomedia repleta de apariencias y mentiras.

Y es que no deseando aumentar la pena de los suyos, fingía no sentir dolor alguno, mientras que con una sonrisa en los labios les decía cuanto les quería. Fue entonces cuando ella le preguntó:

– ¿Te duele, cariño…?

– No; tan solo siento sueño.

Y así se despedía de este mundo con lágrimas en los ojos… y en los labios, una mentira.
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Hay ocasiones en que por el bien de la otra persona, es necesario decir la verdad por mucho que esta duela; pero en el resto de situaciones, cuando la verdad simplemente hiere sin aportar ningún valor añadido, puede haber mucho más amor en una sola mentira que en el glacial e hipócrita puritanismo de la verdad de los fariseos.

Cabría preguntarse cuantas veces, en aras de una ética más moralista que moral, se utiliza farisaicamente la verdad, para hacer daño gratuito a aquellos que nos rodean.

Hay personas que en su fantasía se han creado un mundo irreal e idílico en el que son felices sin hacer daño a nadie. Y pregunto yo:

¿Qué necesidad hay de quitarles la venda de los ojos? Acaso vamos a ser mejores personas por decirles la verdad; por ponerlas frente a un espejo, enfrentándolos con una triste realidad que por irremediable se niegan a ver.

Verdades… mentiras. ¿Dónde queda la verdad…? ¿Dónde habita la mentira…?

¿Relativismo moral? Tal vez… pero en ocasiones, el amor que respira una sola mentira es capaz de avergonzar a un montón de verdades como puñales, tan crueles como gratuitas.

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